Hemos bebido nuestro agua a cambio de dinero y nuestra madera nos es vendida. En el caso del agua, los judíos se vieron obligados a pagar al enemigo por el acceso al agua de sus propias cisternas después del derrocamiento de Jerusalén o durante su estancia en Babilonia, donde debían pagar impuestos para acceder a los ríos y fuentes. Por lo tanto, cuando decimos "nuestra agua" nos referimos al agua que necesitamos, la cual es esencial para la vida. En el caso de la madera, en Judea se podía conseguir leña sin tener que pagar por ella, mientras que en Babilonia debemos pagar por "nuestra madera", es decir, la madera que necesitamos.

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