Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros.

Porque no sois vosotros los que habláis, sino el espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros. Cuán notablemente se ha verificado esto, proclama conmovedora toda la historia de la persecución, desde los Hechos de los Apóstoles hasta el último martirologio.

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