Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. Así como nadie enciende una lámpara para taparla, sino que la coloca de manera que alumbra a todos los que necesitan luz, así los cristianos, siendo la luz del mundo, en lugar de ocultar su luz, deben mostrarla delante de los hombres, para que puedan ver qué vida llevan los discípulos de Cristo, y al ver esto, puedan glorificar a su Padre por redimir, transformar y ennoblecer a los hijos pecadores de la tierra, y abrirles el camino a la redención y transformación semejantes.

Observaciones:

(1) Por muy preciosas que sean las doctrinas del Evangelio, ya que la debida apreciación y cordial recepción de ellas depende de una preparación previa del corazón, especialmente, de que el alma se vacíe por completo de sus propias excelencias imaginadas, y se haga dolorosamente consciente de sus necesidades espirituales, será la sabiduría de todos los predicadores cristianos imitar al Gran Predicador aquí, al colocar primero el fundamento de este marco.

(2) La teología del Antiguo Testamento, cuando está despojada de sus accidentes y reducida a su esencia, es una con la del Nuevo Testamento: es espiritual; es evangélico.

(3) Las etapas terrenal y celestial del reino de Dios son esencialmente una; el primero preparando el camino para el segundo, y abriéndose naturalmente a él, como las etapas de comienzo y consumación de la misma condición. Así, la conexión entre ellos lejos de ser arbitraria, es inherente.

(4) Cuán enteramente contraria al espíritu y designio del cristianismo es esa reclusión monacal de la sociedad y la soledad ascética que, aunque atraiga a una espiritualidad mórbida, es justo hacer lo mismo que nuestro Señor aquí nos representa contra la naturaleza de el llamado cristiano, y haciendo imposible la observancia de sus mandatos aquí. Si ni siquiera una lámpara se enciende para ponerla debajo de un celemín, sino que se coloca de manera visible con el propósito mismo de alumbrar a todos los que están al alcance de sus rayos, ¿cuánto menos se coloca el sol en los cielos para que los hombres en la tierra puedan caminar en la oscuridad? Aun así, dice nuestro Señor, en lugar de esconder la luz de vuestro cristianismo del mundo oscuro que os rodea, sacadla a la vista de los hombres, a propósito para que ellos la vean.

Mucho más claramente aparece esto en la otra figura. Así como la sal debe entrar en contacto real con lo que debe sazonar con ella, así los cristianos, en lugar de permanecer a distancia de sus semejantes, deben entrar en contacto con ellos, con el propósito de comunicarles sus propias cualidades. Ni nuestro Señor cree necesario guardarse de confundir esto con el espíritu de ostentación religiosa, de que trata suficientemente en el capítulo siguiente; porque lo que sigue es suficiente para prevenir tal perversión de Su lenguaje: "para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" - no "vean cuán superiores son ustedes a ellos", sino "vean lo que un cambio asombroso que Él puede obrar por el Evangelio en los hombres de todas las clases.

Así, Dios se ve privado del testimonio que espera de su pueblo redimido y transformado, cuando, en lugar de manifestar ante sus semejantes lo que ha hecho por sus almas, se encierran en sí mismos, ya sea sistemáticamente o no, o se repliegan habitualmente en sí mismos. Pero:

(5) No por la predicación o publicación de meras verdades, deben los cristianos vencer la oposición y efectuar la conversión de sus semejantes. Su luz no debe "brillar delante de los hombres". Pero es para brillar de modo que los hombres "puedan ver sus buenas obras, y (así) glorificar a su Padre que está en los cielos". En fin, Padre, si bien es el cristianismo el que ha de llevar todo por delante, no es el cristianismo de los libros, ni siquiera el de la mera predicación, y mucho menos el de una profesión vacía, sino el cristianismo de la vida.

"Vosotros (a quienes he estado declarando bienaventurados, como poseedores de un carácter bienaventurado) sois la luz del mundo". Sí: es la humildad, no como se predica, sino como se practica; es contrición, no nosotros representados, no como inculcados, sino como ejemplificados; es mansedumbre manifestada; es aspiración espiritual, no como prescrita, sino como contemplada en hombres en cuyo porte completo puede verse escrito Excelsior; es misericordia encarnada; es pureza de corazón en carne y sangre; es la paz encarnada.

Esta manifestación polifacética de una vida divina en los hombres, mezclándose con sus semejantes, y de pasiones semejantes con sus semejantes, es lo específico divinamente ordenado para detener el progreso de la corrupción humana, difundiendo salud y dulzura a través de ella, e irradiándola con el fructíferos y alegres rayos de luz celestial.

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