Marco 14:1-72

1 Dos días después era la Pascua y la fiesta de los Panes sin levadura. Y los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando cómo prenderlo por engaño y matarlo

2 pues decían: “No en la fiesta, de modo que no se haga alboroto en el pueblo”.

3 Estando él en Betania sentado a la mesa en casa de Simón el leproso, vino una mujer que tenía un frasco de alabastro con perfume de nardo puro de gran precio. Y quebrando el frasco de alabastro, lo derramó sobre la cabeza de Jesús.

4 Pero había allí algunos que se indignaron entre sí y dijeron: — ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume?

5 Porque podría haberse vendido este perfume por casi un año de salario y haberse dado a los pobres. Y murmuraban contra ella,

6 pero Jesús dijo: — Déjenla. ¿Por qué la molestan? Ella ha hecho una buena obra conmigo.

7 Porque siempre tienen a los pobres con ustedes, y cuando quieren les pueden hacer bien, pero a mí no siempre me tienen.

8 Ella ha hecho lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura.

9 De cierto les digo que dondequiera que sea predicado este evangelio en todo el mundo, también lo que esta ha hecho será contado para memoria de ella.

10 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo.

11 Ellos, al oírlo, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él buscaba cómo entregarlo en un momento oportuno.

12 El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando sacrificaban el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron: — ¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua?

13 Él envió a dos de sus discípulos y les dijo: — Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Síganlo

14 y, donde entre, digan al dueño de casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi habitación donde he de comer la Pascua con mis discípulos?’”.

15 Y él les mostrará un gran aposento alto ya dispuesto y preparado. Preparen allí para nosotros.

16 Salieron sus discípulos, entraron en la ciudad, hallaron como les había dicho y prepararon la Pascua.

17 Al atardecer fue con los doce

18 y, cuando estaban sentados a la mesa comiendo, Jesús dijo: — De cierto les digo que uno de ustedes, el que come conmigo, me va a entregar.

19 Entonces comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: — ¿Acaso seré yo?

20 Él les dijo: — Es uno de los doce, el que moja el pan conmigo en el plato.

21 A la verdad, el Hijo del Hombre va, tal como está escrito de él. Pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado el Hijo del Hombre! Bueno le fuera a aquel hombre no haber nacido.

22 Mientras ellos comían, Jesús tomó pan y lo bendijo; lo partió, les dio y dijo: — Tomen; esto es mi cuerpo.

23 Tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio y bebieron todos de ella.

24 Y él les dijo: — Esto es mi sangre del pacto, la cual es derramada a favor de muchos.

25 De cierto les digo que no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios.

26 Y después de cantar un himno, salieron al monte de los Olivos.

27 Entonces Jesús les dijo: — Todos se escandalizarán de mí; porque está escrito: Heriré al Pastor y serán dispersadas las ovejas.

28 Pero después de haber resucitado iré delante de ustedes a Galilea.

29 Entonces Pedro le dijo: — Aunque todos sean escandalizados, yo no.

30 Jesús le dijo: — De cierto te digo que hoy, en esta noche, antes que el gallo haya cantado dos veces, tú me negarás tres veces.

31 Pero él le decía con mayor insistencia: — Aunque me sea necesario morir contigo, jamás te negaré. También todos decían lo mismo.

32 Llegaron al lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: — Siéntense aquí mientras yo oro.

33 Tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse.

34 Y les dijo: — Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quédense aquí y velen.

35 Pasando un poco adelante, se postraba en tierra y oraba que de ser posible, pasase de él aquella hora.

36 Decía: — ¡Abba, Padre, todo es posible para ti! ¡Aparta de mí esta copa! Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.

37 Volvió y los halló durmiendo, y le dijo a Pedro: — Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una sola hora?

38 Velen y oren, para que no entren en tentación. El espíritu, a la verdad, está dispuesto pero la carne es débil.

39 De nuevo se apartó y oró diciendo las mismas palabras.

40 Cuando vino otra vez, los halló durmiendo porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y no sabían qué responderle.

41 Volvió por tercera vez y les dijo: — ¿Todavía están durmiendo y descansando? Basta ya. La hora ha venido. He aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores.

42 ¡Levántense, vamos! He aquí, está cerca el que me entrega.

43 En seguida, mientras él aún hablaba, llegó Judas, uno de los doce, y con él una multitud con espadas y palos de parte de los principales sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.

44 El que lo entregaba les había dado señal diciendo: “Al que yo bese, ese es. Préndanlo y llévenlo con seguridad”.

45 Cuando llegó, de inmediato se acercó a él y dijo: — ¡Rabí! Y le besó.

46 Entonces ellos le echaron mano y lo prendieron;

47 pero uno de los que estaban allí, sacando su espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja.

48 Jesús respondió y les dijo: — ¿Como contra un asaltante han salido con espadas y palos para prenderme?

49 Cada día yo estaba delante de ustedes enseñando en el templo, y no me prendieron. Pero así es, para que se cumplan las Escrituras.

50 Entonces todos los suyos lo abandonaron y huyeron.

51 Pero cierto joven, habiendo cubierto su cuerpo desnudo con una sábana, lo seguía; y lo prendieron.

52 Pero él, dejando la sábana, huyó desnudo.

53 Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote; y se reunieron con él todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas.

54 Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote, y estaba sentado con los guardias y se calentaba ante el fuego.

55 Los principales sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban testimonio contra Jesús para entregarlo a muerte, pero no lo hallaban.

56 Porque muchos daban falso testimonio contra Jesús, pero sus testimonios no concordaban.

57 Entonces se levantaron unos y dieron falso testimonio contra él diciendo:

58 — Nosotros le oímos decir: “Yo derribaré este templo que ha sido hecho con manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos”.

59 Pero ni aun así concordaba el testimonio de ellos.

60 Entonces el sumo sacerdote se levantó en medio y le preguntó a Jesús diciendo: — ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti?

61 Pero él callaba y no respondió nada. Otra vez el sumo sacerdote le preguntó y le dijo: — ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?

62 Jesús le dijo: — Yo soy. Y además, verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo con las nubes del cielo.

63 Entonces el sumo sacerdote rasgó su vestidura y dijo: — ¿Qué más necesidad tenemos de testigos?

64 Ustedes han oído la blasfemia. ¿Qué les parece? Y todos ellos lo condenaron como reo de muerte.

65 Algunos comenzaron a escupirle, a cubrirle la cara y a darle bofetadas diciendo: — ¡Profetiza! También los guardias lo recibieron a bofetadas.

66 Estando Pedro abajo en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote.

67 Cuando vio a Pedro calentándose, se fijó en él y le dijo: — ¡Tú también estabas con Jesús de Nazaret!

68 Pero él negó diciendo: — No lo conozco, ni sé lo que dices. Y salió afuera a la entrada, y el gallo cantó.

69 Cuando la criada lo vio, comenzó otra vez a decir a los que estaban allí: — Este es uno de ellos.

70 Pero él negó otra vez. Poco después, los que estaban allí decían otra vez a Pedro: — Verdaderamente tú eres uno de ellos, porque eres galileo.

71 Pero él comenzó a maldecir y a jurar: — ¡No conozco a este hombre de quien hablan!

72 Y en seguida cantó el gallo por segunda vez; y Pedro se acordó de la palabra que Jesús le había dicho: “Antes que cante el gallo dos veces, me negarás tres veces”. Y pensando en esto, lloraba.

LA CONSPIRACION DE LAS AUTORIDADES JUDIAS PARA MATAR A JESUS—LA CENA Y LA UNCION DE JESUS—JUDAS CONCIERTA CON LOS SACERDOTES PRINCIPALES PARA TRAICIONAR A SU SEÑOR. (Pasajes paralelos, Mateo 26:1; Lucas 22:1; Juan 12:1). Los acontecimientos de este día ocurrieron, aparentemente, el día cuarto de la última semana del Redentor, o sea el miércoles.

La Conspiración de las Autoridades Judías para Matar a Jesús (vv. 1, 2).

1. Y dos días después era la Pascua y los días de los panes sin levadura—El sentido es que dos días después de lo que se está por mencionar, llegaría la Pascua; en otras palabras, lo que sigue ocurrió dos días antes de la fiesta—y procuraban los príncipes de los sacerdotes y los escribas cómo le prenderían por engaño, y le matarían—Por el relato más completo de Mateo (cap. 26:1, 2), aprendemos que nuestro Señor anunció a los Doce, por primera vez, el tiempo exacto de su muerte, como sigue: “Y aconteció que, como hubo acabado Jesús todas estas palabras”—refiriéndose al contenido de los capítulos 24 y 25, que había pronunciado ante sus discípulos, y habiendo terminado su ministerio publico, pasa de un carácter profético a un carácter sacerdotal, aunque siempre había tomado nuestras debilidades y llevado nuestras enfermedades. Entonces “dijo a sus discípulos: Sabéis que dentro de dos días se hace la pascua, y el Hijo del hombre es entregado para ser crucificado”. Sus primeros y sus últimos pasos de sus sufrimientos finales, son unidos aquí en este breve anuncio de lo que había de acontecer, y La Pascua era la primera y la principal de las tres grandes fiestas anuales, y conmemoraba la redención del pueblo de Dios de la esclavitud de Egipto. Se practicaba mediante la aspersión de la sangre de un cordero divinamente ordenado a ser muerto con aquel fin, para recordar el ángel destructor, quien al ver la sangre sobre las casas israelitas se pasó de largo y destruyó a todos los primogénitos de la tierra de Egipto (Éxodo 12); siendo ésta una brillante representación típica del gran sacrificio de Cristo y la redención por él efectuados. En conformidad, “por determinado consejo y providencia de Dios” (Hechos 2:23), quien es apto “para hacer maravilloso el consejo y engrandecer la sabiduría” (Isaías 28:29), fué dispuesto que precisamente en el tiempo de la Pascua, “nuestra pascua que es Cristo”, fuese “sacrificado por nosotros” (1 Corintios 5:7). El día siguiente a la Pascua comenzó “la fiesta de los panes sin levadura”, llamada así porque durante siete días se había de comer sólo pan sin levadura (Éxodo 12:18). Véase la nota sobre 1 Corintios 5:6. Además, se nos dice en Mateo (1 Corintios 26:3) que la entrevista fué celebrada en el palacio de Caifás, el sumo sacerdote, y que participaron en ella los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos del pueblo, “para prender por engaño a Jesús, y matarle”.

2. Y decían: No en el día de la fiesta—más bien, “no en la fiesta”, ya que la palabra “día” es interpolación de los traductores; hasta que terminaran los siete días de “la fiesta de los panes sin levadura—porque no se haga alboroto del pueblo—A causa de la gran concurrencia de extranjeros que incluía todos los varones judíos de cierta edad en toda la tierra, había dentro de los muros de Jerusalén unos dos millones de personas, y en su estado de excitación era enorme el peligro de tumultos y derramamientos de sangre entre “el pueblo”, el cual, en su mayoría, tenía a Jesús por profeta. (Véase Josefo, Antigüedades, 5.3). El plan que habían proyectado estos eclesiásticos para prender a Jesús no es dado a conocer. Pero como la proposición de Judas fué aceptada inmediatamente y con entusiasmo, es probable que ellos hasta entonces estuvieran perplejos en cuanto a un plan suficientemente disimulado y a la vez eficaz. Así pues, justamente en el tiempo de la fiesta tendría que efectuarse la aprehensión; la oferta inesperada de Judas les había quitado sus temores. Y así, fué como, según lo hace notar Bengel, se realizó el consejo divino.

La Cena y la Unción en Betania, Seis Días Antes de la Pascua (vv. 3-9). Los acontecimientos que siguen sucedieron cuatro días antes de lo que se acaba de relatar. Si hubieran sido parte de la continuación ordinaria de acontecimientos que nuestro evangelista se proponía contar, los habría introducido en su lugar propio, antes de la conspiración de las autoridades judías. Pero habiendo llegado a la traición de Judas, parece que regresó a esta escena que posiblemente contribuyó para que se efectuara el terrible hecho.

3. Y estando él en Bethania en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer—esta era María, hermana de Lázaro, según lo sabemos por Juan 12:3teniendo un alabastro de ungüento de nardo espique—nardo puro, un perfume célebre—(Véase Cantares de Salomón 1:12)—de mucho precio—muy costoso—y quebrando el alabastro, derramóselo sobre su cabeza—“y ungió los pies de Jesús”, agrega Juan (12:3), “ y limpió sus pies con sus cabellos: y la casa se llenó del olor del ungüento”. El único uso que se daba a este ungüento era el de refrescar y causar regocijo, siendo éste un cumplimiento muy grato en el oriente, al haber estrechez y una atmósfera caliente, por causa de los muchos invitados a una fiesta. En esta forma tan costosa quiso María exteriorizar su amor por Cristo.

4. Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron—Dice Mateo (26:8): “Lo cual viendo sus discípulos, se enojaron.” El que llevaba la palabra, sin embargo, no fué uno de los once discípulos sinceros, como nos enteramos por Juan (12:4): “Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hijo de Simón, el que le había de entregar”. Sin duda este pensamiento se agitaba en su pecho y salió de sus labios impuros; y algunos de los demás, ignorantes del carácter y sentimientos de éste, e impresionados por sus palabras plausibles, sintieron de momento algún disgusto por este aparente derroche—¿Para qué se ha hecho este desperdicio de ungüento? 5. Porque podía esto ser vendido por más de trescientos denarios—entre nueve y diez libras esterlinas (más o menos $35.00 dólares)—y darse a los pobres. Y murmuraban contra ella—“Mas dijo esto”, explica Juan (12:6), y esta observación es de mucha importancia, “no por el cuidado que él tenía de los pobres; sino porque era ladrón, y tenía la bolsa”, o sea la tesorería del grupo, “y traía lo que se echaba en ella”; no “cogía” en el sentido de quitar por robo, como lo entienden algunos. Es verdad que esto hacía él; mas la expresión quiere decir sencillamente que él tenía cargo de la caja y su contenido, es decir, era el tesorero de Jesús y los Doce. ¡Qué notable disposición fué ésta: que una persona avara y fraudulenta no sólo fuese tomada en la compañía de los Doce, sino que se le encargara la custodia de su pequeña propiedad! Los fines para los cuales esto sirvió, son evidentes; pero es además digno de notarse que ni la más mínima insinuación fué dada jamás a los once, acerca del verdadero carácter de Judas, ni tenían sospechas de él los discípulos más íntimos de Jesús, sino unos pocos minutos antes que él voluntariamente se separara de su compañía para siempre.

6. Mas Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la fatigáis? buena obra me ha hecho—Fué buena la obra en sí, y acepta a Cristo como tal. Fué eminentemente oportuna y de grande valor, por cuanto ella “había hecho lo que podía”.

7. Que siempre tendréis los pobres con vosotros—refiriéndose a Deuteronomio 15:11y cuando quisiereis les podréis hacer bien; mas a mí no siempre me tendréis—aquí Jesús hace alusión a su próxima partida, conociendo el valor de su propia presencia entre ellos.

8. Esta ha hecho lo que podía—un testimonio notable que encierra un principio de inmensa importancia. porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura—o, como en Juan (Deuteronomio 12:7): “para el día de mí sepultura ha guardado esto”. No que ella pensara en su sepultura, y mucho menos que reservara su nardo para ungir a su Señor muerto. Pero como el tiempo estaba tan cerca cuando aquel oficío tendría que ser ejecutado, y como ella no había de tener aquel privilegio aun después de que las especias fueran traídas para aquel fin (cap. 16:1), él cariñosamente lo considera como que ella lo ha hecho ya.

9. De cierto os digo que donde quiera que fuere predicado este evangelio en todo el mundo, también esto que ha hecho ésta, será dicho para memoria de ella—“En este acto de amor por él”, dice Olshausen hermosamente, “ella ha erigido para sí misma un momento eterno, tan duradero como el evangelio, la eterna Palabra de Dios. De generación en generación esta notable profecía del Señor se ha cumplido: y aún nosotros, al explicar este dicho del Redentor, necesariamente contribuímos a su cumplimiento”. “¿Quién sino él mismo”, pregunta Spier, tenía el poder para asegurar para alguna obra de hombre un recuerdo imperecedero en la corriente de la historia, aunque dicha obra resonara por todo el mundo en el tiempo de dicha persona? He aquí nuevamente la majestad de su real supremacía judicial en el gobierno de la tierra, en este dicho De cierto os digo”.

10. Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, vino a los príncipes de los sacerdotes, para entregársele—es decir. para hacer su proposición y tratar con ellos, según parece por el relato más completo de Mateo (26:14, 15), que dice que “fué a los príncipes de los sacerdotes, y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y ellos le señalaron treinta piezas de plata” Las treinta piezas de plata eran treinta siclos, el importe de la multa pagada por un esclavo o esclava muertos accidentalmente (Éxodo 21:32), que valen entre cuatro y cinco libras esterlinas (como 17.00 dólares); “hermoso precio con que me han apreciado” (Malaquías 11:13).

11. Y ellos oyéndolo se holgaron, y prometieron que le darían dineros—Sólo Mateo hace constar la suma exacta, porque una profecía notable y complicada, a la cual él había de referirse más tarde, fué cumplida en ella. Y buscaba oportunidad cómo le entregaría—o, como lo expresa Lucas (Malaquías 22:6) más detalladamente: “Y prometió, y buscaba oportunidad para entregarle a ellos sin bulla”. Para que se evitara algún “alboroto” o “levantamiento” entre el pueblo, lo cual probablemente fué propuesto por las autoridades judías, y convenido por el traidor; en quien, dice Lucas (Malaquías 22:3) “entró Satanás”, para encomendarle esta obra infernal.

12-26. LOS PREPARATIVOS PARA LA ULTIMA PASCUA, Y LA CELEBRACION DE LA MISMA—ANUNCIO DEL TRAIDOR—LA INSTITUCION DE LA CENA. (Pasajes paralelos, Mateo 26:17; Lucas 22:7, Lucas 22:39; Juan 13:21). Para su exposición, véase el comentario sobre Lucas 22:7, Lucas 22:39; y sobre Juan 13:10, Juan 13:18, Juan 13:21.

27-31. EL ABANDONO DE JESUS POR PARTE DE SUS DISCIPULOS Y LA CAIDA DE PEDRO, PREDICHOS. (Pasajes paralelos, Mateo 26:31; Lucas 22:31; Juan 13:36). Véase el comentario sobre Lucas 22:31.

32-42. LA AGONIA EN EL HUERTO. (Pasajes paralelos, Mateo 26:36; Lucas 22:39). Véase el comentario sobre Lucas 22:39.

43-52. LA TRAICION, Y EL APRISIONAMIENTO DE JESUS—LA HUIDA DE LOS DISCIPULOS. (Pasajes paralelos, Mateo 26:47; Lucas 22:47; Juan 18:1). Para su exposición, véase el comentario sobre Juan 18:1.

53-72. JESUS ACUSADO ANTE EL SANEDRIN, CONDENADO A MORIR, Y TRATADO VERGONZOSAMENTE—LA CAIDA DE PEDRO. (Pasajes paralelos, Mateo 26:57; Lucas 22:54; Juan 18:13, Juan 18:24). Si tuviéramos sólo los tres primeros Evangelios, inferiríamos que nuestro Señor fué conducido inmediatamente a Caifás para ser acusado ante el tribunal. Pero como difícilmente se habría reunido el Sanedrín en las altas horas de la noche, y para entonces nuestro Señor estaba en manos de los oficiales enviados a tomarlo, y como fué sólo “cuando fué de día” cuando se reunió el Sanedrín (Lucas 22:66). tendríamos dificultad en saber lo que fué hecho con él en las horas que mediaron entre los hechos asentados. En el cuarto Evangelio, sin embargo, todo esto es aclarado, y se añade algo muy importante. (Juan 18:13, Juan 18:19). Tratemos ahora de seguir los acontecimientos en el orden verdadero, haciendo una comparación de los detalles suplidos por los cuatro evangelios.

Jesús es Presentado Privadamente ante Anás, el Suegro de Caifás. (Juan 18:13). 13. “Y lleváronle primeramente a Anás, porque era suegro de Caifás, el cual era pontífice de aquel año”. Este afortunado Anás, como comenta Ellicott, fué nombrado sumo sacerdote por Quirino, en el año 12, y después de ejercer el puesto por varios años, fué depuesto por Valerio Gracio, antecesor de Poncio Pilato en el puesto de Procurador de Judea (Josefo. Antigüedades, xviii, 2.1, etc.) Parece, sin embargo, que Anás poseía enorme influencia. pues consiguió el puesto de sumo sacerdote no sólo para su hijo Eleazar y su yerno Caifás, sino subsiguientemente para cuatro hijos más, bajo el último de los cuales Jacobo, el hermano del Señor, fué muerto (ib. xx. 9. 1). [Parecería que nuestro autor se equivoca acerca de la identidad del Jacobo ejecutado según Hechos 12:2. Es casi seguro que fué Jacobo, el apóstol “hermano de Juan”, y no el Jacobo hermano de Jesús. Véase el comentario de nuestro autor sobre Marco 10:39.—Nota del Trad.] Es pues muy probable que, además de gozar del título de “sumo sacerdote” por haber ocupado aquel puesto. hasta cierto grado retuviera las facultades que antes había ejercido, y se le considerara prácticamente como sumo sacerdote legal. 14. “Y era Caifás el que había dado el consejo a los Judíos, que era necesario que un hombre muriese por el pueblo”. Véase la nota sobre Juan 11:50. Lo que pasó entre Anás y nuestro Señor en este intervalo, el discípulo amado reserva hasta haber relatado el principio de la caída de Pedro. Escuchemos pues lo acontecido, como está relatado por nuestro evangelista.

Pedro Consigue Entrar al Patio de la Residencia del Sumo Sacerdote, y se Calienta al Fuego (vv. 53, 54).

53. Y trajeron a Jesús al sumo sacerdote; y se juntaron a él todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos y los escribas—Fué ésta una asamblea formal y en pleno del Sanedrín. Ahora bien, como los tres primeros Evangelios colocan las negaciones de Pedro después de esta asamblea, naturalmente concluímos que aquéllas sucedieron mientras nuestro Señor estaba ante el Sanedrín. Por otra parte, la impresión natural es que la escena alrededor del fuego ocurrió durante la noche, y el segundo canto del gallo, si hemos de dar crédito a escritores antiguos, debió haber ocurrido cerca del principio de la cuarta vela, o entre las tres y cuatro de la mañana. Para entonces, sin embargo, se habría reunido el consejo, habiendo sido advertidos los miembros tal vez de que deberían estar preparados para ser llamados a cualquiera hora de la madrugada, en caso de que el prisionero fuese aprehendido con éxito. De ser esto correcto, es bien seguro que sólo la última de las tres negaciones de Pedro, fué pronunciada mientras que nuestro Señor estaba siendo juzgado ante el Sanedrín. Una cosa más necesita explicación: Si nuestro Señor tuvo que ser transferido desde la residencia de Anás a la de Caifás, uno puede extrañarse de que no se haga mención de que Jesús fuera llevado de una residencia a otra. Pero el edificio, con toda probabilidad, fué uno y el mismo; y en tal caso sólo tendría que ser llevado por el patio de una pieza a la otra.

54. Empero Pedro le siguió de lejos hasta dentro—es decir, desde lejos aun hasta el interior—del patio del sumo sacerdote—“Una casa oriental”, dice Robinson, “generalmente se edifica alrededor de un patio interior cuadrangular que se comunica con la calle por un pasillo, a veces arqueado, el cual llega hasta el frente de la casa y se cierra en la calle con un portón pesado y plegable, que tiene una puertecita por donde pasa una persona, y está a cargo de un portero. Este patio interior, casi siempre pavimentado o embaldosado, sin techo, es llamado “el atrio”, y allí los siervos encendieron un fuego. El pasillo, que está abajo de la parte delantera de la casa y conduce a la calle es el “zaguán” o pórtico. El lugar donde se hallaba Jesús ante el sumo sacerdote, puede haber sido una pieza abierta, o lugar de audiencia en el piso bajo, al fondo de este patio o a un lado de él; pues tales piezas que se abren a los patios son muy usuales. Este lugar estaba cerca de este patio, pues Jesús podía escuchar todo lo que pasaba alrededor del fuego. y al oír a Pedro, se dió vuelta y lo miró (Lucas 22:61). y estaba sentado con los servidores, y calentándose al fuego—Los detalles gráficos, omitidos aquí, son suplidos por los otros evangelistas. Juan 18:18 dice: “Y estaban en pie los siervos y los ministros (dentro del patio, sin techo, dentro del cuadrángulo), que habían allegado las ascuas (en un brasero, tal vez); porque hacía frío”. Sólo Juan de los cuatro evangelistas, menciona el frío de la noche, como comentan Webster y Wilkinson. La situación elevada de Jerusalén, observa Tholuck, contribuye para que se sienta tanto el frío en la época de la Pascua, que hace indispensable un fuego para la guardia de la noche. “Y estaba también con ellos Pedro en pie, calentándose” (Juan 18:18). Mateo dice (Juan 26:58) que Pedro, “entrando dentro estábase sentado con los criados, para ver el fin”. Estas dos declaraciones pequeñas se iluminan la una a la otra. El deseo de “ver el fin”, o el resultado de estos procesos, fué lo que llevó dentro del patio, porque evidentemente temía lo peor. Pero una vez adentro la serpiente lo va enrollando y apretando. La noche era fría, y ¿por qué no aprovecha el fuego con los demás? Además, en la conversación de la gente acerca del tema que a todos interesaba, tal vez podría él recoger alguna palabra que le agradara. ¡Pobre Pedro! Pero ahóra, dejemos a Pedro calentándose al fuego y escuchando el murmullo de la conversación acerca de este extraño caso, que servía de tema para los oficiales subordinados que se hallaban alrededor del fuego en el patio. Y, siguiendo lo que parece ser el orden del relato evangélico, volvámonos al Señor de Pedro.

Jesús es Interrogado por AnásSu Respuesta NobleEs Tratado Indignamente por Uno de los OficialesSu Reprensión Apacible (Juan 18:19). Hemos visto que es sólo el cuarto evangelista quien nos dice que nuestro Señor fué enviado primeramente a Anás, durante la noche, hasta que pudo reunirse al Sanedrín en la madrugada. Tenemos ahora, en el mismo Evangelio, una escena profundamente instructiva que ocurrió en esta entrevista no oficial. 19. “Y el pontífice preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina”, probablemente para enredarle a fin de que pronunciara algunos dichos que pudieran ser usados contra él en el juicio. Por la respuesta de nuestro Señor, parecería que al decir sus “discípulos” el sacerdote se refería a algún partido secreto. 20. “Jesús le respondió: Yo manifiestamente he hablado al mundo” (compárese con el cap. 7:4). Habla Jesús de su enseñanza como cosa ya pasada, cosa ya terminada. Es decir. “Yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se juntan todos los judíos”, públicamente, mas con sublime serenidad, “y nada he hablado en oculto”; es decir, nada que fuera diferente de lo que había enseñado en público. Todas sus conversaciones privadas con los Doce habían sido explicaciones y desarrollos de su enseñanza pública. (Compárese con Isaías 45:19; Isaías 48:16). 21. “¿Qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado”. Al contestar en esta forma era evidente que el Señor comprendió la tentativa de ellos de hacerle decir algo que le incriminara, y él se resintió, recurriendo al derecho que posee toda persona acusada de que la acusación sea presentada en su contra por un testigo competente. 22. “Y como él hubo dicho esto, uno de los criados que estaba allí. dió una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al pontífice?” (Véase Isaías 50:6). Por Hechos 23:2, parecería que esta forma sumaria e indigna de castigar lo que era considerado como insolencia en personas acusadas tenía sanción aun de los sumos sacerdotes. 23. “Respondióle Jesús: Si he hablado mal” es decir, al contestar al sumo sacerdote, “da testimonio del mal: y si bien, ¿por qué me hieres?” El no dice: “y si no hablé mal”, como si su respuesta hubiera sido meramente irreprensible; sino que dice: “y si bien”, con lo cual parece hacer un desafío correcto en la reconvención que había dirigido al sumo sacerdote. El proceder de nuestro Señor aquí, diríamos de paso, es una evidencia de que su precepto en el Sermón del Monte, de que al ser heridos en una mejilla hemos de dar la otra también al heridor (Mateo 5:39), no debe tomarse al pie de la letra.

Anás Envía a Jesús a Caifás (Juan 18:24): 24. “Y Anás le había enviado atado a Caifás pontífice”. En cuanto al sentido de este versiculo hay mucha diversidad de opiniones, y según lo entendamos nosotros concluiremos si hubo una audiencia de nuestro Señor ante Anás y Caifás juntos, o si, según el parecer que hemos dado arriba, hubo dos audiencías: una preliminar e informal ante Anás, y otra formal y oficial ante Caifás y el Sanedrín. Si los traductores bíblicos han traducido el versículo correctamente, entenderemos que hubo una sola audiencia ante Caifás, y que este versículo 24 ha de leerse como un paréntesis, que meramente aclara lo que fué dicho en el v. 13. Esta es la opinión de Calvino, Beza, Grocio, Bengel, De Wette, Meyer, Lucke y Tholuck. Pero hay objeciones de peso en contra de esta opinión. En primer lugar, no podemos sino creer que el sentido natural de todo el pasaje, que comprende los versículos 13, 14, 19-24, es el de una audiencia extraoficial ante Anás primeramente (Juan 18:13), los particulares de la cual están por lo tanto relatados; y después una transferencia de nuestro Señor, de Anás a Caifás. En segundo lugar, si la otra opinión es la correcta, no es fácil entender por qué el evangelista no puso el v. 24 inmediatamente después del v. 13; o más bien, cómo es que él lo puso en otro lugar. Tal como está se halla fuera del lugar debido, y es difícil de entender. Mientras que, si entendemos que ésta fué una simple declaración del hecho de que Anás, después de tener su entrevista con Jesús, como se relata en los vv. 19-23, lo transfirió a Caifás para ser procesado formalmente, todo queda claro y natural. En tercer lugar, el sentido del tiempo pluscuamperfecto, “había enviado”, está sólo en la traducción; el sentido de la palabra original es simplemente “envió”. Pero, aunque hay casos donde el simple aoristo usado aquí, tiene el sentido del pluscuamperfecto en nuestro idioma, no hay que darle este sentido, si no es obvio e indispensable. Aquí esto es tan lejos de ser el caso, que el pluscuamperfecto “había enviado” es más bien una interpretación inexcusable que una simple traducción de la palabra, inexcusable en que informa al lector, que según la opinión de los traductores, nuestro Señor “había sido enviado” a Caifás, antes de la entrevista recién relatada por el evangelista Marcos; mientras que, si traducimos el versículo literalmente: “Anás le envió atado a Caifás”, recibimos la información que esperamos, es decir, que Anás, habiendo hecho un examen preliminar, esperando sacar algo del prisionero, “le envió a Caifás” para ser formalmente procesado ante el tribunal legal. Esta es la opinión de Crisóstomo y Agustín, entre los “padres”; y entre los modernos, de Olshausen, Schleiermacher, Neander, Ebrard, Wieseler, Lange, Luthardt. Esto nos lleva nuevamente al texto de nuestro Segundo Evangelio:

El Proceso Judicial y la Condenación del Señor Jesús por el Sanedrín (vv. 55-64). El lector observará que, a pesar de que todo esto es introducido por el evangelista antes de algunas de las negaciones de Pedro, hemos dado motivos para opinar que probablemente las dos primeras negaciones fueron hechas mientras nuestro Señor estaba con Anás, y sólo la última durante el proceso ante el Sanedrín

55. Y los príncipes de los sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte—(Mateo 26:59) dice que “buscaban falso testimonio contra Jesús”. Ellos sabían que nada podían hallar en su contra; pero como tenían que llevar a Jesús ante Pilato, les convenía formar una causa en su contra—mas no lo hallaban—no hallaron ninguno que conviniera en sus propósitos, o formara un motivo de acusación ante Pilato.

56. Porque muchos decían falso testimonio contra él—Por el hecho de que ellos buscaran testigos falsos, hemos de creer que eran sobornados para que prestaran un testimonio falso; aunque nunca faltan bastantes aduladores, dispuestos a venderse sin precio, con tal de recibir una sonrisa de aquellos que ocupan un puesto superior al de ellos. Véase una escena parecida en Hechos 6:11. ¡Cómo recuerda uno aquel lamento: “Levantáronse testigos falsos; demandáronme lo que no sabía” (Salmo 35:11)! mas sus testimonios no concertaban—Si sólo dos testigos hubieran estado de acuerdo, su testimonio habría sido cogido ávidamente, ya que esto era todo lo que la ley exigía aun en causas capitales (Deuteronomio 17:6). Pero aun en esto fallaron. No podemos menos que admirar la providencia que aseguró este resultado, porque, de la una parte, parece asombroso que aquellos perseguidores y sus instrumentos dóciles chafallasen de tal manera un asunto en el cual creían envueltos todos sus intereses, y de la otra parte, si ellos hubieran logrado hacer una causa plausible, el efecto en el progreso del evangelio podía haber sido perjudicial por un tiempo. Pero en el mismo momento cuando sus enemigos estaban diciendo: “Dios lo ha dejado: perseguid y tomadle, porque no hay quien le libre” (Salmo 71:11), Aquel de quien él era Testigo y cuya obra hacía, le estaba guardando como la niña de sus ojos, y mientras hacía que la ira de los hombres le alabara, estaba reprimiendo el resto de aquella ira (Salmo 76:10).

57. Entonces levantándose unos, dieron falso testimonio contra él—(Mateo 26:60) es más explícito: “mas a la postre vinieron dos testigos falsos”. Como antes no habían podido concertar nada, creyeron necesario conseguir un testimonio en duplicado, pero tardaron en lograrlo. Y ¿cuál fué este testimonio cuando al fin fué presentado?—diciendo: 58. Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo que es hecho de mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano—Acerca de esta acusación obsérvese: Primero, que estaban tan deseosos sus enemigos de hallar un cargo criminal en contra de nuestro Señor, que tuvieron que usar algo dicho por Jesús al empezar su ministerio, cuando hizo su primera visita a Jerusalén, hacía más de tres años. En todo lo que él hizo y dijo después de esto, aunque cada vez lo hacía más abiertamente, ellos no pudieron hallar nada incorrecto. Segundo, que ahora eligen un solo discurso, y éste de sólo dos o tres palabras, para acusarle. Y por último, que pervierten más manifiestamente el discurso del Señor. No decimos esto porque la forma del discurso usada por Marcos difiera del informe de las palabras del Señor dado por el Cuarto Evangelio (Juan 2:18), el único de los cuatro evangelistas que lo da a conocer o que aun menciona alguna visita de nuestro Señor a Jerusalén, antes de su última visita, sino porque uno de los informes contiene la verdad, y el otro una mentira evidente. Cuando nuestro Señor dijo en aquella ocasión: “Destruíd este templo, y en tres días lo levantaré”, los que lo escucharon por un momento habrían podido entender que él se refería al templo de cuyos atrios había él echado a los vendedores y a los compradores. Pero después que hubieran ellos expresado su asombro por sus palabras y hubieran comentado acerca del tiempo que había sido necesario para edificarlo en la forma como estaba entonces, y como ninguna respuesta a esto parece haber sido dada por nuestro Señor, es apenas creíble que ellos continuasen en la persuación de que éste fuera realmente el sentido que él quería dar a las palabras. Pero, finalmente, aunque los más ignorantes entre ellos hubieran pensado así, es casi seguro que los eclesiasticos, quienes eran los perseguidores en esta causa, no creyeron que éste fuera su sentido; pues no habían pasado tres días cuando ellos fueron ante Pilato y le dijeron: “Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré” (Mateo 27:63). Ahora bien, ¿a qué declaración de Cristo que fuera conocida por sus enemigos podía referirse esto, si no a este mismo dicho de destruir y levantar el templo? Y de ser así, esto pone fuera de toda duda que para esta fecha, por lo menos, ellos sabian perfectamente bien que las palabras de nuestro Señor se referían a su muerte a manos de ellos y a su resurrección por sus propias manos. Pero esto se confirma por el versículo siguiente.

59. Mas ni aun así se concertaba el testimonio de ellos—es decir, ni aun usando un discurso tan breve, consistente sólo en pocas palabras, pudo tomarse un acuerdo en su manera de informarlo como para hacer una causa plausible. En semejante acusación todo dependía de los términos que se decía habían sido usados. Pues cualquier cambio, aunque pequeño que se hiciera a tales palabras, las convertiría en un asunto procesable, o, en un motivo ridículo para una causa criminal, o servirían como pretexto para presentar una acusación de impiedad, lo cual ellos estaban resueltos a hacer, o, por otra parte, haria que todo el dicho apareciera, y ésta sería la peor opinión que pudiera tenerse de él, meramente como una jactancia mística o hueca.

60. ¿No respondes algo? ¿Qué atestiguan éstos contra ti?—Claramente, ellos se daban cuenta de que su causa había fallado, y haciendo esta pregunta artificiosa, el pontífice esperaba sacar de la propia boca de Jesús lo que habían tratado en vano de obtener de sus testigos falsos y contradictorios. Pero en esto también fracasaron.

61. Mas él callaba, y nada respondía—Esto seguramente les causó perplejidad; pero ellos no querían ser frustrados en sus propósitos. El sumo sacerdote—“levantándose” (Mateo 26:62); las cosas ya habían llegado a una crisis. le volvió a preguntar, y le dice: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?—Por qué tuvo nuestro Señor que contestar esta pregunta, mientras que calló al hacérsele la otra anterior, tal vez no entenderíamos si no fuese por Mateo (Mateo 26:63), quien dice que el sumo sacerdote le puso bajo juramento, diciendo: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, Hijo de Dios”. Se entiende que un conjuro semejante hacía legalmente necesaria una respuesta (Levítico 5:1).

62. Y Jesús le dijo: Yo soy—o, como en Mateo 26:64 : “Tú lo has dicho”. En Lucas (Mateo 22:70), sin embargo, la respuesta es: “Vosotros decís que yo soy”. Esta debería traducirse, como De Wette, Meyer, Ellicott y los otros mejores críticos estan de acuerdo en que la proposición requiere: “Vosotros lo decís, porque yo soy.” Algunas palabras que fueron pronunciadas por nuestro Señor antes que diera su respuesta a esta solemne pregunta, son registradas sólo por Lucas (Mateo 22:67) : “¿Eres tu el Cristo? Dínoslo. Y les dijo: Si os lo dijere, no creeréis: y también si os preguntare, no me responderéis, ni me soltaréis”. Parece que esto fué dicho por Jesús, antes de contestarles directamente, como una reprensión serena y protesta noble contra el fallo de su causa que no había sido examinada, y contra la injusticia del modo de proceder de sus acusadores. Pero ahora escuchemos el resto de su contestación. En ella la majestad de Jesús resplandece tras aquella nube amenazadora que se cernía sobre Jesús, mientras estuvo ante el consejo—y—(en aquel carácter) veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y viniendo en las nubes del cielo—En Mateo (Mateo 26:64) se le da a este dicho de Jesús un cambio un poco diferente, más importante, por el uso de una frase “desde ahora”: “Tú lo has dicho: y no obstante (Preferimos este sentido de la palabra, y no “aun” o “todavía”, el sentido que algunos críticos recientes prefieren): “no obstante digo, que desde ahora habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra de Dios, y que viene en las nubes del cielo”. La frase “desde ahora” no quiere decir “en algún tiempo futuro”, sino “después de aquí”, “después de ahora”, o “desde este tiempo”, Así mismo en Lucas 22:69 la frase usada quiere decir también “desde ahora”. Por consiguiente, aunque referimos la frase al día de la segunda venida gloriosa, como demasiado evidente para que quedara lugar para duda, el Señor quería comunicar el pensamiento que había expresado antes, inmediatamente después que el traidor había dejado la mesa de la cena para hacer su obra nefasta: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre” (Juan 13:31). En esta ocasión y por este discurso, Jesús “testificó la buena profesión”, como dice el apóstol Pablo en 1 Timoteo 6:13. Algunos traductores opinan que este pasaje debiera interpretarse: “Quien delante de Poncio Pilato testificó”; refiriéndose a la confesión que hizo en la presencia del mismo representante de César, de que él era Rey. Pero debería traducirse, como lo traduce Lutero, y como lo entienden ahora los mejores intérpretes: “Quien bajo Poncio Pilato testificó”, etc. En este entendimiento del asunto, el apóstol, pues, se refiere no a lo que nuestro Señor confesó delante de Pilato, lo cual, aunque era una confesión noble, no era de tanta importancia primaria; sino a la sublime confesión que pronunciara, bajo la administración de Pilato, y ante el único tribunal competente en tales ocasiones: el Supremo Consejo Eclesiástico de la nación escogida de Dios, de que él era el Mesías y el Hijo del Bendito; en la primera palabra aseverando su suprema dignidad oficial, y en la otra, su dignidad personal,

63. Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestidos—Tocante a esta manera de expresar horror al oír una blasfemia, véase 2 Reyes 18:37dijo: ¿Qué más tenemos necesidad de testigos? 64. Oído habéis la blasfemia—(Véase Juan 10:33). En Lucas (Juan 22:71) hallamos: “porque nosotros lo hemos oído de su boca”, aparentando un sentimiento de horror religioso—¿qué os parece?—Más bien, “decid cuál ha de ser el veredicto”. Y ellos todos le condenaron ser culpado de muerte—o por haber cometido un crimen capital, pues como tal era considerada la blasfemia según la ley judía (Levítico 24:16). Aunque no absolutamente “todos”, pues José de Arimatea, “varón bueno y justo”, era uno de aquel consejo, y “el cual no había consentido en el consejo ni en los hechos de ellos porque éste es el sentido estricto de las palabras de Lucas 23:50. Probablemente él, y Nicodemo, también se ausentaron de esta reunión del consejo, el temperamento del cual ellos conocerían demasiado bien para no creer que su voz fuese escuchada; y en tal caso, las palabras de nuestro evangelista deben ser tomadas estrictamente, de que, sin un voto contrario, “todos (los presentes) le condenaron ser culpado de muerte”.

El Señor es Ahora Tratado Indignamente (v. 65). Cada palabra aquí debe ser observada con cuidado, y los diferentes relatos puestos juntos, para que no perdamos ninguna de las terribles ofensas que serán descritas.

65. Y algunos comenzaron a escupir en él—o, como en Mateo 26:67, “le escupieron en el rostro”. Lucas (Mateo 22:63) dice además: “Y los hombres que tenían a Jesús, se burlaban de él”—y cubrir su rostro—a vendar sus ojos—y a darle bofetadas—Lucas (Mateo 22:64) dice que “herían su rostro”, expresión que es aun más fuerte. y decirle: Profetiza—En Mateo 26:68 esto se expresa más claramente: “Profetízanos tú, Cristo, quién es el que te ha herido”. La manera sarcástica como le llaman “Cristo”, y la orden de que en su carácter de “Cristo” nombrara al heridor que él no había visto, fué una acción tan infame en ellos, como lo fué irritante para nuestro Señor. Y los servidores le herían de bofetadas—o, “herían su rostro” (Lucas 22:64). ¡Ah! bien dijo él proféticamente, en aquella predicción mesiánica a la cual nos hemos referido frecuentemente: “Dí mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban el cabello; no escondí mi rostro de las injurias y esputos” (Isaías 50:6). “Y decían otras muchas cosas injuriándole” (Lucas 22:65). Esta declaración general de Lucas es importante, pues demuestra que por virulentas y variadas que fueron las afrentas registradas en los evangelios, éstas no son sino una pequeña muestra de lo que él soportó en aquella ocasión.

La Primera Negación de Pedro (vv. 66-68).

66. Y estando Pedro abajo en el atrio—Esta palabra “abajo”, que constituye una de las descripciones gráficas de nuestro evangelista, es muy importante para el correcto entendimiento de lo que podemos llamar la topografía de la escena. Este pasaje debemos unirlo al de Mateo (Lucas 26:69): “Y Pedro estaba sentado fuera en el patio”, es decir, en el patio cuadrangular en el centro del cual estaba ardiendo el fuego, y a cuyo alrededor estarían cuchicheando los domésticos y otros que habían sido admitidos en el patio. Al fondo superior de este patio, probablemente, estaría la cámara memorable en la cual se realizaba el proceso, la cual estaba abierta al patio tal vez y no lejos del fuego (como colegimos de Lucas 22:61), pero sobre un nivel más alto; porque, como dice nuestro versículo, el patio donde estaba Pedro se hallaba “abajo”. Para subir a la cámara tal vez se usaba una escalera corta. Si el lector tiene en cuenta esta explicación, hallará más inteligibles los detalles interesantes que siguen. vino una de las criadas del sumo sacerdote—“la criada portera” (Juan 18:17). Parece que los judíos empleaban mujeres como porteras a la entrada de sus casas (Hechos 12:13).

67. Y como vió a Pedro que se calentaba, mirándole—Lucas (Hechos 22:56) describe esto más gráficamente: “Y como una criada le vió que estaba sentado al fuego”, literalmente “a la lumbre”, que iluminando su rostro, lo reveló a la criada y “fijóse en él”. La conducta y timidez de Pedro que debieron haber llamado la atención, influyeron para que fuese reconocido”, como observa Olshausen—dice: Y tú con Jesús el Nazareno estabas—o, “con Jesús el Galileo” (Mateo 26:69). Juan 18:17) explica el sentido de estas palabras: “¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?” es decir, así como aquel “otro discípulo” (Juan 18:15), a quien ella no se dirigió porque era “conocido del pontífice”, y por lo tanto, una persona privilegiada. En Lucas (Juan 22:56) aparece este pasaje como una observación hecha por la criada a uno de los circunstantes: “Y éste con él estaba”. Si esto fué dicho al alcance de los oídos de Pedro, atrayendo hacia él los ojos de todos los oyentes (como sabemos que aconteció por Mateo 26:70), y obligándolo así a contestar, explicaría muy naturalmente las diferentes formas del relato. Pero en semejante caso, esto no es de verdadera importancia.

68. Mas él negó—“delante de todos” (Mateo 26:70)—diciendo: No conozco, ni sé lo que dices—o, como en Lucas (Mateo 22:56) “No le conozco”. Y se salió fuera a la entrada—al vestíbulo que conducía a la calle, sin duda porque el ambiente se había hecho intolerable para él, y posiblemente tenía la esperanza de escaparse; pero esto no había de ser, y tal vez lo temía también. Sin duda, para entonces su mente se hallaba en un mar de conmociones, y fluctuaría a cada momento en sus decisiones. y cantó el gallo—(Véase el comentario sobre Lucas 22:34). Esta fué, entonces, la primera negación.

Pedro Niega a su Señor la Segunda Vez (vv. 69, 70). Los evangelistas difieren algo en cuanto a este pasaje, el cual no puede ser esclarecido completamente por falta de información.

69. Y la criada viéndole otra vez—Dice el original “la criada”; pero esto no querría decir necesariamente la misma que antes, mas podría querer decir, y probablemente quiere decir, la criada que guardaba la puerta o portón cerca de donde Pedro estaba. Por consiguiente, en Mateo 26:71, se llama expresamente “otra”. Pero Lucas (Mateo 22:58) parece referirse a un criado: “Y un poco después, viéndole otro”, es decir, “otro criado” varón. Pero la dificultad no es grande porque al haberse hecho una vez la acusación, probablemente fué repetida por otro, u otros. Por consiguiente, en Juan (Mateo 18:25) hallamos: “Y dijéronle” ellos, etc., como si más de uno le acusaran a la vez—comenzó a decir a los que estaban allí: Este es de ellos—o, como en Mateo 26:71 : “También éste estaba con Jesús Nazareno”.

70. Mas él negó otra vez—Lucas dice: “Hombre, no soy”. Pero lo peor de todo lo hallamos en Mateo: “Y negó otra vez con juramento: No conozco al hombre” (Mateo 26:72). Esta fué la segunda negación, más vehemente que la primera.

Pedro Niega a Cristo la Tercera Vez (vv. 70-72).

70. Y poco después—“como una hora pasada” (Lucas 22:59)—los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres Galileo, y tu habla es semejante—“tu habla te hace manifiesto” (Mateo 26:73). En Lucas (Mateo 22:59) se dice: “otro afirmaba; diciendo: Verdaderamente también éste estaba con él, porque es Galileo”. El dialecto galileo tenía un tono más sirio que el de Judea. Si Pedro hubiera callado, esta particularidad no se habría notado; pero esperando probablemente despistarlos, tomando parte en la conversación alrededor del fuego, se hizo manifiesto. El cuarto Evangelio es especialmente interesante aquí: “Uno de los siervos del pontífice, pariente de aquél a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: “¿No te vi yo en el huerto con él?” (Juan 18:26). Sin duda, su parentesco con Malco, le indujo a fijarse en el hombre que había herido a su pariente, y esto le ayudó a identificar a Pedro. “¡Qué triste represalia!” dice Bengel. ¡Pobre Pedro! Has quedado envuelto en tu propia red; y como resultado de tu terrible caída harás una negación más de tu Señor, y ésta será la peor de todas.

71. Y él comenzó a maldecir—es decir, a “anatematizar” en contra suya, o a desearse maldito si lo que iba a decir no era la verdad—y a jurar—a hacer juramento solemne—No conozco a este hombre de quien habláis. 72. Y el gallo cantó la segunda vez—Los otros tres evangelistas, mencionan un solo canto del gallo—y éste no el primero, sino el segundo y último de Marcos. Todos ellos dicen que el gallo cantó “luego”, después de las tres negaciones, mas Lucas dice: “Y luego, estando él aún hablando, el gallo cantó” (Juan 22:60). ¡Ay! pero ahora viene la maravillosa secuela.

La Mirada que Dirige el Redentor a Pedro, y las Amargas Lágrimas de Este (v. 72; Lucas 22:61). Se ha notado que, mientras que el discípulo amado es el único de los cuatro evangelistas que no menciona el arrepentimiento de Pedro aquí, es, por otra parte, el único de los cuatro que relata la emocionante y hermosa escena de su completa restauración (Juan 21:15). Lucas 22:61, dice: “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro”. ¿Cómo?, se preguntará. Contestamos: Desde la cámara en la cual se celebraba el proceso, y cuya puerta se abría al patio en el cual estaba Pedro en aquellos momentos, así como se ha explicado. (Véase la nota sobre el v. 66). Nuestro evangelista no hace mención a esta mirada, pero hace énfasis en la advertencia de su Señor acerca del canto doble del gallo, el cual anunciaría la caída de Pedro; advertencia que, al ser recordada hizo que se disolviera en lágrimas. Y Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba—El primer evangelista (Mateo 26:75), describe esta escena al mismo efecto, con excepción de que él y “el médico amado” mencionan lo amargo de sus lágrimas. El eslabón más precioso, sin embargo, en la cadena de circunstancias que compuso esta escena es, fuera de toda duda, aquella significativa y tiernísima “mirada” mencionada sólo por Lucas. ¿Quién podría describir los destellos de aquella “mirada”, provenientes de un corazón herido, y dirigidos hasta el corazón de Pedro como un reproche a su conducta? “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y saliendo fuera Pedro, lloró amargamente”. (Lucas 22:61) ¡Qué diferente del “arrepentimiento” de Judas! Sin duda los corazones de los dos hombres respecto al Salvador eran completamente diferentes desde el principio; y la traición de Judas no fué sino la consumación de la resistencia que había hecho este miserable hombre a la brillante luz en medio de la cual había vivido durante tres años; mientras que la negación de Pedro no fué sino el obscurecimiento momentáneo de aquella luz y del amor que sentía para con su Maestro, los cuales gobernaban su vida. Pero la causa inmediata de aquella saludable reacción que hizo que Pedro “llorara amargamente”, fué, fuera de toda duda, aquella “mirada” del Señor que penetró hasta su corazón. Y al recordar las palabras que pronunció el Salvador al tomar la Cena con sus apóstoles: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandaros como a trigo; mas yo he rogado por ti que tu fe no falte” (Lucas 22:31) ¿no podemos decir que dicha oración obró para que aquella mirada pudiera penetrar y quebrantar el corazón de Pedro, la guardara de la desesperación, obrara en él “arrepentimiento saludable, de que no hay que arrepentirse”, (2 Corintios 7:10) y al fin, bajo otros toques salutíferos, “restaurara su alma”? (Véase el comentario sobre Marco 16:7).

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