Con estas palabras nuestro Salvador testifica a sus discípulos que los profetas sembraron la semilla para hacer que los hombres crean en Cristo. Este fue el fin de la ley, este el fruto que los profetas esperaban para coronar sus labores. Asimismo, manifiesta que el mismo que los envió, también envió a los profetas antes que ellos; y que el Antiguo y el Nuevo Testamento son del mismo origen y tienen el mismo diseño. (San Juan Crisóstomo en Santo Tomás de Aquino)

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