Jesucristo no nos ordena que nunca rechacemos una petición: pero el significado de sus palabras es que debemos dar lo que es justo y razonable, lo que no será perjudicial para usted ni para su familia; porque lo que se pide injustamente, se puede negar con justicia. (San Agustín, lib. X. Cap. 40. de serm. Dom. In Monte.) --- Pero en esto, el pecado que cometemos está a menudo lejos de ser trivial; particularmente, cuando a la denegación de una solicitud justa, agregamos también reprimendas y quejas.

¿Por qué, decimos nosotros, no trabaja? ¿Por qué se ha reducido a la miseria por su propia indolencia? --- Pero, dime, ¿vives de los frutos de tu propia industria? Suponiendo que sí, ¿no es posible que tenga algún motivo para reprender a otro por el bocado de pan que pide de sus manos? No le das ningún alivio caritativo, luego no le des palabras contundentes: si tú mismo no tienes compasión por él, no evites que otros le muestren conmiseración.

Abraham, en la cantidad de invitados que recibió, tuvo el honor de recibir bajo su techo hasta ángeles. No seamos, por tanto, jueces estrictos y desfavorables con respecto a nuestros vecinos afligidos y afligidos, no sea que acaso nosotros mismos lleguemos a ser juzgados con mayor severidad. (San Juan Crisóstomo recogido de hom. Xxi. En ep. Ad. Rom. --- Hom. Xi. En ep. Ad. Heb. Y hom. Ii. De Lazaro.)

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