Jesucristo fue guiado por el Espíritu Santo, inmediatamente después de su bautismo, al desierto, [1] para prepararse, mediante el ayuno y la oración, para su ministerio público, y para merecernos por su victoria sobre el enemigo de nuestra salvación, fuerza para conquistarlo también a nosotros mismos. Con esta conducta, enseña a todos los que en el futuro serán llamados a su ministerio, cómo deben retirarse a la soledad para conversar con Dios en oración y atraer la bendición del cielo sobre sí mismos y su empresa.

¿Qué tesoros de gracia podríamos esperar si, tan a menudo como recibimos alguno de los sacramentos, nos retiráramos dentro de nosotros mismos y excluyéramos, por un tiempo, el mundo y sus preocupaciones? Entonces deberíamos venir preparados para resistir la tentación, y deberíamos experimentar la ayuda divina en cada dificultad a lo largo de la vida. La vida del hombre es una guerra en la tierra. No nos fue dado, dice San Hilario, para gastarlo en la indolencia, sino para librar una guerra continua contra nuestros enemigos espirituales.

En la mayor santidad a menudo se dan las mayores e incesantes pruebas; porque nada desea Satanás tanto como la caída de los santos. (Haydock) --- Por estas pruebas, aprendemos la fuerza que hemos recibido de arriba, somos preservados de la autocomplacencia y el orgullo por los dones del cielo; confirmamos la renuncia que hicimos en el bautismo del diablo, y todas sus obras y pompas; nos hacemos más fuertes y mejor preparados para futuros ataques, y estamos convencidos de la dignidad a la que hemos sido elevados y de la cual el enemigo de las almas hace todo lo que puede por privarnos.

San Juan Crisóstomo hom. xiii. Tanto San Juan Bautista como nuestro divino Maestro, al retirarse al desierto para la contemplación, la oración, el ayuno y el sufrimiento, han dado sanción y ejemplo a aquellos santos hombres llamados ermitaños, que se han refugiado en sus santificados retiros contra los peligros. del mundo. (Bristow)

[BIBLIOGRAFÍA]

San Marcos (capítulo 1, versículo 13) nos dice que Cristo estaba con las fieras, eratque cum bestiis, griego: meta ton therion.

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