Este solemne testimonio de Dios Padre, relativo a su propio Hijo amado, se repite a continuación en el cap. xvii; y es de tan gran momento, que el Espíritu Santo quiere que lo repitan no sólo tres evangelistas, Mateo, Marcos y Lucas, sino también San Pedro, como cuarto evangelista, 2ª epístola cap. I. (Tirinus) --- En griego, el enfático artículo griego: o uios mou o agapetos, refuerza la prueba de que Jesucristo, sobre quien descendió el Espíritu de Dios en forma de paloma, no era el Hijo adoptivo, sino natural de Dios, nacido de Él antes de todas las edades, y debe silenciar toda lengua y pluma blasfema que pueda intentar robarle a Jesucristo su divinidad, y al pobre hombre de toda esperanza de salvación, por medio de este Dios-hombre, Cristo el Señor.

Pero si se pregunta aquí por qué Jesucristo, que era la misma inocencia, sí, y la esencia misma de la santidad, condescendió hasta el bautismo con los pecadores, respondemos, con los Santos Padres, que fue, 1. a sancionar el bautismo y ministerio de su precursor; 2. no perder esta oportunidad de enseñar la humildad, colocándose entre los pecadores, como si hubiera necesitado el bautismo de penitencia para la remisión de los pecados; y por último, con San Ambrosio, que debía santificar las aguas y darles la virtud de limpiar a los hombres de sus pecados mediante la fuente del bautismo. (Haydock)

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