Él tuvo compasión de ellos. Las entrañas de su compasión anhelaban ver a las multitudes abatidas y oprimidas, como ovejas sin pastor. Los fariseos ciertamente eran sus pastores; pero hicieron el papel de lobos rapaces, no sólo descuidando llevar a la gente a la virtud, sino incluso entorpeciendo, en la medida de lo posible, su avance en el bien; porque cuando la multitud admirada gritó: "Nunca apareció nada semejante en Israel", inmediatamente lo condenaron, diciendo: "Por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios". (San Juan Crisóstomo, hom. Xxxiii.)

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