Entonces dijo Tomás, que se llama Dídimo, a sus compañeros de discípulos: Vayamos también nosotros para que muramos con él.

Después de calmar los temores de sus discípulos en cuanto a su propia seguridad, Jesús pensó que era el momento adecuado para hacer su importante anuncio. Les dijo que Lázaro, su amigo, estaba dormido, que incluso ahora estaba profundamente dormido. Ésa es la manera en que el Señor habla de la muerte, como de un sueño. Sabía de la muerte de Lázaro por su omnisciencia, y quería impartir este conocimiento a los discípulos en una forma con la que deberían haber estado familiarizados por la manera de hablar del Antiguo Testamento.

Es un gran consuelo para los creyentes que el Señor mismo hable de la muerte de Sus discípulos como un quedarse dormido; es un descanso tranquilo y seguro en el intervalo entre esta vida y la del Reino de Gloria. Jesús también declaró su intención de ir a Betania con el propósito de despertar a Lázaro de su sueño, de traerlo de regreso a esta vida por una temporada. Pero los discípulos, con su habitual debilidad, no entendieron el discurso del Señor, sino que pensaron solo en el sueño físico.

Su inferencia inmediata es que un sueño tranquilo en caso de enfermedad grave generalmente apunta a una recuperación rápida y que, por lo tanto, no necesitan dar el peligroso paso de regresar a Judea. Por tanto, Jesús les dijo con palabras claras e inconfundibles que Lázaro había muerto. Había permitido que Su amigo muriera. Y Jesús se alegró por su cuenta de que no había estado presente en Betania en el momento de la muerte de su amigo.

Tenía el propósito de fortalecer su fe mediante un milagro que tenía la intención de realizar en breve, el más grande de todos Sus milagros, por así decirlo. Quería partir de inmediato hacia Betania, para darse cuenta de Su objetivo. Fue en este punto que Thomas, llamado Didymus (gemelo), mostró su incomprensión de toda la situación. Pensó que Jesús caminaba deliberadamente hacia su muerte e instó a los otros discípulos a que lo acompañaran. Se sintió a la altura de la terrible experiencia de ir a la muerte con su Maestro, por el amor que ahora sentía por Él. El amor de Cristo infunde valor divino en el corazón del cristiano más tímido.

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