Nadie, habiendo bebido vino añejo, desea luego nuevo; porque dice: Mejor es lo viejo.

Aquí hay tres dichos parabólicos o proverbiales con los que el Señor tiene la intención de enseñar a los fariseos una lección muy necesaria. Es una tontería tomar un parche de un vestido nuevo e intentar hacer que aguante un desgarro en un vestido viejo. Este esfuerzo solo empeora las cosas; porque la tela nueva, al encogerse y acomodarse al calce del vestido, tira de los hilos de la parte podrida y débil de la prenda, y el asunto empeora mucho más.

Además, el nuevo parche, con sus colores claros, se destaca demasiado del vestido antiguo, lo que hace que el parche sea aún más llamativo. Poner vino nuevo, que aún no ha dejado de fermentar, en odres viejos, que han perdido la capacidad de estirarse, es igualmente una tontería, ya que el vino nuevo solo romperá los odres. Por lo tanto, el vino nuevo se pone propiamente solo en odres o odres nuevos. El vestido antiguo es la justicia de las obras, en la que creían los fariseos, el parche nuevo es la gracia gratuita de Jesús.

La piedad y la justicia propia de los fariseos y la doctrina que Jesús proclamó, la doctrina de la gracia gratuita de Dios en el Salvador, no concuerdan y nunca encajarán en la vida y el comportamiento de la misma persona. Si alguien confía en sus propias obras, y luego intenta poner un parche del Evangelio sobre esta justicia propia, o quiere cubrir una u otra transgresión con la obra y el mérito de Cristo, pronto descubrirá que este consuelo no es confiable.

Una persona así en lo más profundo de su corazón todavía confía en su propio mérito y será condenada con este inestable consuelo. Y el vino nuevo es el dulce Evangelio del perdón de los pecados, de la gracia de Dios. Esta gloriosa noticia no cabe en los corazones carnales y fariseos; si se predica el Evangelio a aquellos que todavía dependen de sus propias obras, es en vano, porque no pueden y no lo entenderán correctamente y no recibirán ningún beneficio del Evangelio.

El Evangelio requiere que todos los corazones nieguen toda su propia justicia y crean simplemente en los méritos de Jesús el Salvador. Y finalmente: un hombre que ha bebido vino añejo conoce su riqueza y dulzura y, por tanto, no desea cambiar por el nuevo, que puede ser más agudo, menos agradable. Los fariseos y los discípulos de Juan amaban tanto sus viejas y acostumbradas formas que no querían cambiar, aunque la ofrenda de la nueva doctrina del Evangelio era la salvación plena y gratuita.

Resumen. Jesús provoca la pesca milagrosa, llama a Simón y sus compañeros, cura a un leproso, cura a un paralítico, llama a Leví y se defiende a sí mismo y a sus discípulos de los ataques judíos.

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