REFLEXIONES

¡Lector! ¡Piense en los privilegios que poseían los hombres de esa generación, que tenían al mismo Cristo por predicador! ¡Él, que era él mismo todo el pacto, sería el mensajero y administrador del mismo también! ¡Bien podría la gente presionarlo para escuchar la palabra de Dios! ¡Y lector! vea cómo, inmediatamente después de que terminó el sermón, recompensó amablemente la asistencia de sus discípulos con el suministro de peces.

Qué testimonio a la vez de ser Señor y propietario, tanto de la tierra como del mar. ¡Señor! que tal exhibición de tu soberanía tenga el mismo efecto en mi corazón que en el de Pedro; por no decir Señor! Apártate de mí, pero para impresionar mi mente como la de él, para que pueda decir: ¡Tú eres mi Señor y mi Dios!

¡Oh! ¡Por gracia, cuando leo de este leproso, y oigo de la misericordia mostrada al paralítico, tener fe en mi Dios! ¡Sí! Bendito Jesús, tuyo es todo poder para limpiar la lepra del alma y del cuerpo; y quitar el estado lisiado de todos tus redimidos, hasta que el cojo brinque como un ciervo, y la lengua de los mudos cante. ¡Como Levi, Señor! Te llevaría a mi casa, a mi corazón, e invitaría a otros pobres pecadores al banquete de mi Dios.

No establecería ayunos farisaicos, por recomendarme al Señor; pero regocíjense en esto, Cristo no vino para llamar al arrepentimiento a los que se justifican por sí mismos, sino a los pecadores. No hay ropa remendada, no hay vino nuevo del Evangelio para recibir en la vieja piel de la naturaleza; pero ora para que Aquel que se sienta en el trono, haciendo nuevas todas las cosas, mientras Él mismo permanece eterna e inmutablemente el mismo, haga nuevo mi corazón y renueve un espíritu recto dentro de mí. ¡Señor Jesus! haz todo esto y más; y hazme beber del vino añejo de tu amor eterno, que desciende dulcemente, haciendo hablar a los labios de los que duermen.

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