Poder edificante

Hechos 3:1

Pedro y Juan diferían mucho en edad, don y punto de vista. Habían sido rivales; ahora caminaban juntos. Fue a las tres de la tarde cuando se produjo este incidente. Mientras subían los escalones del templo, debieron haber hablado de las muchas veces que el Maestro había caminado a su lado. Pero también se dieron cuenta de que Él seguía tan cerca como siempre; y así se convirtieron en el medio de vincular a este hombre marchito con su glorioso poder sanador. Fue porque Jesús fue con ellos que el hombre sanado pudo convertirse en el cuarto del grupo.

La puerta era hermosa, pero no podía sanar. Se necesita más que belleza o arte. Puede que no tengamos ni la plata del intelecto profundo, ni el discurso dorado de Crisóstomo, pero debemos ver que tenemos algo para dar a un mundo paralizado y perecedero. Movámonos entre los hombres para llevarlos a esperar que tenemos algo para dar, y luego darles a Jesús. El cojo necesitaba fuerza, y este es el don divino del evangelio. "Es el poder de Dios para salvación". El Salvador nos hace capaces de caminar y saltar en los caminos de Dios.

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