El propósito especial del siguiente movimiento en su carta fue el de fortalecer a los tesalonicenses en sus sufrimientos. Su "obra de fe" los había llevado a un lugar de servicio que implicaba sufrimiento. A este respecto, el apóstol hace referencia personal a haberles enviado a Timoteo, mientras se encontraba solo en Atenas. Mientras que Atenas era una carga para su corazón, su amor por los tesalonicenses lo impulsó a emprender esta acción.

Timoteo le había traído un mensaje que hablaba de su "fe y amor que lo llenaron de gozo". En vista de esta lealtad, se refirió nuevamente a la gran luz de la esperanza, la venida del Señor, orando para que su camino se dirija hacia ellos y que abunden en amor.

Así, en medio de su sufrimiento, las palabras del apóstol les iluminaron la luz de ese momento glorioso en el que el carácter se perfeccionaría, y el estrés y la tensión del proceso pasarían a la perfecta realización de un resultado glorioso. Con el advenimiento del Maestro, todas las aspiraciones del alma creyente hacia la perfección del carácter se realizarían y cumplirían. Hacia esa gloriosa finalidad debe avanzar toda la vida presente, y la espera del Hijo, que crea la "paciencia de la esperanza", se ve así como la inspiración más profunda y poderosa para la santidad de vida y carácter.

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