Este es el segundo soliloquio del profeta, y tiene la naturaleza de una proclamación a ciertos embajadores a quienes se les encomienda regresar a su pueblo y esperar a Jehová. Este cargo se entrega porque Jehová ha declarado que está esperando, vigilando y preparándose, que en el momento adecuado actuará en juicio, y el resultado será el sometimiento de los pueblos opuestos.

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