No estás angustiado en nosotros, pero estás angustiado en tus propios afectos. Ahora, por una recompensa similar (hablo como a mis hijos), ensanchaos también vosotros.

Les recalca que no son sus afectos y su amorosa preocupación por ellos los que se reducen y encierran. No se ha dejado afectar por su falta de lealtad hacia él. Todavía los ama como a un padre. No hay nada que limite su afecto. Sino que es su afecto por él lo que está restringido. Están demasiado constreñidos por las cosas que los rodean y están reteniendo todo su afecto de él y de Cristo. De modo que ahora aboga por la reciprocidad y la ampliación de sus afectos en respuesta a los suyos, porque los ve como sus queridos hijos.

Y con miras a esa ampliación, pasará ahora a ocuparse de las cosas en las que han estado poniendo sus afectos y que han provocado la situación actual, y les pide que reconozcan que sus corazones están erróneamente llevados por falsas atracciones, y que, por tanto, deben separarse de ellos antes de destruirlos.

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