1 Corintios 8:2

I. Corinto era una gran ciudad con mucha comunicación con otros países y un estado activo de conocimiento existente en sí misma. Era probable que los corintios se quedaran impresionados por la belleza de la moralidad del evangelio, admiraran sus amplias y liberales opiniones, abrazando como lo hizo a todas las naciones y rangos de hombres sin distinción, y sin hacer hincapié en las ceremonias externas, como las que habían visto antes. Judíos tan cariñosamente apegados.

Pero sus hábitos y caracteres los llevarían a tomar esta visión del cristianismo únicamente y a desenfrenarse por ella; mientras que sus otros rasgos son su humildad, su intensa caridad y su abnegación que ellos estaban muy poco inclinados a valorar.

II. Una vez más, mientras entraban fácilmente en lo que habían oído acerca de la libertad y las gloriosas perspectivas del cristiano, querían la humildad y la sobriedad que los salvaría de caer en los males del fanatismo. Los dones del Espíritu, que habían recibido, debían mostrarse sin las frías restricciones del orden o la utilidad; las mujeres se han convertido en herederas de las promesas no menos que los hombres, ¿por qué deberían conservar en sus asambleas públicas esa vieja moda de vestir que las obligaba a no aparecer sin velo en el extranjero, como si se entrometieran más allá de su propio elemento? Una vez más, la Cena del Señor fue una fiesta cristiana, una conmemoración de sus altos privilegios; que luego se celebre con nada más que alegría.

La tierra era del Señor, y Él había dado el uso de ella a Sus hijos redimidos; entonces no necesitan temer para disfrutar de Sus dones. Para un pueblo de este tipo había más necesidad de aquello que pudiera humillarlos que de algo que los animara más. No era necesario que se les hablara de la excelencia del conocimiento, sino que se les advirtiera de su insuficiencia cuando no iban acompañados de humildad o caridad; para que se les recuerde, cuando hablaron de su conocimiento, que el conocimiento enaltece, pero la caridad edifica.

Se pueden dar muchos ejemplos, tanto en las Epístolas a los Corintios, exponiendo su carácter peculiar y los discursos peculiares que requirió del Apóstol. Podemos ver su disposición y la forma en que se trata esa disposición; y si sentimos que el nuestro es uno de esos, entonces esta es una parte de la Escritura que nos conviene particularmente; debemos leerlo una y otra vez, porque aquí está la sabiduría de Dios para la curación de nuestras propias enfermedades especiales.

T. Arnold, Sermons, vol. VIP. 204.

Referencias: 1 Corintios 8:6 . A. Barry, Cheltenham College Sermons, pág. 293; Obispo Westcott, The Historic Faith, pág. 45. 1 Corintios 8:8 . Preacher's Monthly, vol. ii., pág. 98. 1 Corintios 8:8 .

FW Robertson, Lectures on Corinthians, pág. 133. 1 Corintios 8:9 . J. Keble, Sermones desde la Pascua hasta el día de la Ascensión, p. 281. 1 Corintios 9:15 . Sermones sencillos de los colaboradores de "Tracts for the Times", vol. VIP. 236.

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