1 Pedro 1:3

La esperanza viva.

I. ¿De dónde surge? La esperanza se define popularmente como la expectativa de un bien futuro; pero, para completar la definición, el bien debe ser un objeto que la mente afecte y que el corazón desee. Ha sido implantado en el pecho del hombre universal y es una de las principales manifestaciones de la bondad amorosa del Señor. Sin ella, el mundo sería un sepulcro y la conciencia un infierno.

Difícilmente existe una condición de adversidad humana que no pueda calmar y endulzar. Pero la esperanza a la que se refiere el texto no es un instinto. Es un regalo y, por tanto, no es patrimonio común de toda la humanidad; es la esperanza del cielo, que el mundo no conoce, y para la cual el pecador es necesariamente un extraño. Tal esperanza sólo puede ser otorgada por Dios; es a la vez demasiado elevado y demasiado duradero para venir de manos más mezquinas. Y es el regalo de Dios para aquellos que reciben el Evangelio de su Hijo.

II. ¿Cuál es el medio por el cual se nos certifica esta esperanza? El Apóstol dice que es "por la resurrección de Jesús de entre los muertos". La resurrección de Jesús se coloca aquí apropiadamente para toda su obra expiatoria, ya que es a la vez la prueba de la realidad y la plenitud de su muerte como sacrificio y la señal de su aceptación como una satisfacción por la justicia del Padre.

III. Nótese la recompensa en la que se cumple esta esperanza del cristiano: "a una herencia". La palabra inmediatamente remonta la bendición a su origen y humilla desde el principio todos los vapores del orgullo humano. Una herencia no es recompensa de la laboriosidad ni una medida de valor. Los creyentes no pueden comprar el cielo. No pueden ganar sus honores, como un caballero sus espuelas, por valentía; son herederos por su filiación, y su filiación es por adopción de gracia.

La jactancia está excluida y la gratitud inspirada por el amor ilimitado de Dios. (1) Esta herencia es incorruptible; no contiene las semillas de la disolución. (2) es puro. Aquí está el secreto de su incorruptibilidad. (3) No se desvanece. No se le ocurre ningún susurro de cambio. No habrá recuerdos devoradores ni miedos presagiados. Una vez que pase los portales de la herencia, estará a salvo para siempre.

WM Punshon, Sermones, segunda serie, pág. 80.

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