Apocalipsis 1:5

El sacerdocio cristiano.

I. Es uno de los errores más comunes, y ciertamente no el menos peligroso de la época, identificar a la Iglesia con el clero, como si los laicos no fueran en su totalidad una de sus partes constituyentes. Nuestras formas comunes de hablar fomentan y prueban el error; porque hablamos de un hombre como "diseñado para la Iglesia" cuando se prepara para la profesión clerical, y hablamos de él como "entrando en la Iglesia" cuando toma las órdenes sagradas.

Toda la comunidad cristiana está formada por sacerdotes. No estamos hablando de lo que puede ser esa comunidad por práctica, sino sólo de lo que es por profesión; de lo que debería ser y de lo que sería si actuara fielmente a la altura de las obligaciones que se había contraído. Cuando se establecieron en Canaán, los judíos estaban lejos de demostrar que eran un "reino de sacerdotes", porque se desviaron en pos de dioses falsos y deshonraron, en lugar de magnificar, el nombre de Jehová.

Pero suponiendo que hubieran sido una nación de hombres justos, no solo exteriormente en pacto con Dios, sino consagrados de corazón a Su servicio, entonces es fácil percibir que habrían estado para todos los países circundantes en la misma posición en la que el la tribu de Leví se mantuvo firme; habrían sido testigos del Todopoderoso ante el resto del mundo, de pie en medio del vasto templo de la tierra e instruyendo a los ignorantes en los misterios de la verdad.

Y sin lugar a dudas lo que pudo haber sido la nación judía, esa puede ser la Iglesia cristiana; eso sería si todos sus miembros actuaran de acuerdo con los votos que se hicieron por él en su bautismo. Que una parroquia de cristianos nominales se convierta en una parroquia de cristianos reales, de modo que no haya nadie en su circuito que no adornase la doctrina del Evangelio; ¿Y qué deberíamos tener sino una parroquia de sacerdotes para el Dios Alto y Viviente? Las naciones cristianas están en la misma posición que las naciones paganas como ministros cristianos de las congregaciones cristianas.

Tienen los mismos deberes de realizar el mismo poder de testificar de Dios, las mismas oportunidades de apoyar la gran causa de la verdad. Tanto en un caso como en el otro puede haber una gran falta de fidelidad. El sacerdocio en las personas de la nación, así como el sacerdocio en las personas de los individuos, puede ser gravemente deshonrado, y sus obligaciones olvidadas y sus deberes no cumplidos; pero todo esto no interfiere con el hecho de que ha habido una ordenación, una solemne separación al servicio de Dios, ya sea de un pueblo o de un individuo.

II. Todo hombre que ha sido recibido por el bautismo en la Iglesia cristiana ha sido investido con un oficio sacerdotal, y en lo sucesivo se le tratará de acuerdo con la forma en que se haya desempeñado ese oficio. Si la Iglesia como cuerpo ha de ser un reino de sacerdotes, se deduce que cada miembro de esa Iglesia, a título individual, puede ser nada menos que un sacerdote. El oficio sacerdotal, en efecto, ya no es lo que era en lo que respecta a los ministros de la Iglesia; pero no se ha alterado ni un ápice en lo que respecta a los miembros de la Iglesia.

No es lo que era en cuanto a los ministros, porque no tienen que hacer expiación con la ofrenda de sacrificio; pero es lo que fue en lo que respecta a los miembros, porque sus ministraciones deben ser todavía las de una vida santa y consistencia y firmeza en el mantenimiento de la verdad.

H. Melvill, Penny Pulpit, No. 1707.

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