Juan 20:21

La misión cristiana

I. Estas palabras fueron dirigidas en primera instancia a los apóstoles entonces presentes. Pero también se dirigen, y con no menos fuerza, a todo aquel que se alegra en la presencia de su Salvador. Cristo envía a todas esas personas a realizar su obra en la tierra. Así como vino a realizar la obra de su Padre celestial, así todos los que se hacen partícipes de su salvación son enviados por él a realizar la misma obra, cada uno según su vocación y según el don que pudiera haber recibido.

A todos Cristo les da el mismo cargo; Él envía a todos a trabajar en la obra de Dios. Este es su mandamiento. Los envía a trabajar la obra de Dios, como hijos de Dios, con el sentimiento de paz de estar reconciliados con Dios y recibidos en su familia; para encontrar su mayor placer en realizar esa obra, sin ninguna restricción sobre ellos, excepto la bendita restricción del amor.

II. Así vemos en qué gloriosa misión es enviado todo cristiano; vemos la bendición que lleva consigo, siempre que se esfuerce por cumplir esa misión. Sin embargo, el hombre es tan débil, frágil y mezquino que, a pesar de la gloria de la obra, a pesar de la bendición que trae consigo, la rechaza; no puede reunir el corazón para una empresa tan poderosa; no puede salir del fango de su naturaleza carnal, sino que vuelve a hundirse en él.

Hay una gran cantidad de excusas que la gente suele presentar para rehuir la obra que Cristo les envía a hacer. A todos, sin embargo, nuestro Señor les da una respuesta completa; uno y todo lo corta en el texto. Porque cuando había dado su encargo a los discípulos, cuando los había enviado a la misma misión a la que había sido enviado por su Padre, "sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.

"Les dio el Espíritu Santo para fortalecerlos, iluminarlos, dar vida a sus palabras y poder a sus argumentos. Y el mismo Espíritu Santo se concede en abundancia a todos los que han recibido a Cristo en sus corazones como su Salvador, y han se entregaron a Dios para realizar la obra de su Maestro. Reciben el Espíritu Santo, no solo para morar en ellos y santificarlos, sino también para fortalecerlos e iluminarlos para la obra en la que Cristo los envía, y para ayudarlos y prosperar en ese trabajo.

JC Hare, Sermones en la iglesia de Herstmonceux, p. 208.

Referencias: Juan 20:21 . Revista del clérigo, vol. iv., pág. 85. Juan 20:22 . HW Beecher, Christian World Pulpit, vol. xvi., pág. 45. Juan 20:22 ; Juan 20:23 .

Ibíd., Vol. x., pág. 164. Juan 20:24 . H. Melvill, Voces del año, vol. ii., pág. 347; El púlpito del mundo cristiano, vol. iv., pág. 267.

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