Mateo 5:25

La aplicación literal y figurativa de este precepto son cada una de ellas tan importantes que sería difícil asignar a una de las dos un derecho sobre nosotros más trascendental que a la otra. El deber moral de un ajuste equitativo con alguien que tiene algo contra nosotros, y el deber espiritual de hacer las paces oportunas con Dios con respecto a cualquier cosa que la conciencia nos condene, son de igual obligación.

I. Al dar la prominencia principal en este pasaje al significado espiritual, debemos tener cuidado de no impugnar la obligación más secular y hogareña legible en la superficie misma de las palabras. Es más, estamos obligados a declarar claramente que nos transmiten no sólo la recomendación, sino el mandato perentorio de Cristo, de que seamos rápidos en resolver los desacuerdos de cualquier tipo; veraz y justo en todos nuestros tratos comerciales; y en las diferencias sociales y alejamientos de otro tipo que buscan la bienaventuranza de los pacificadores.

II. Nuestro Salvador emplea en el texto una transacción de la vida familiar secular, como un método parabólico e impresionante de proponer una amonestación espiritual muy solemne. Presenta al ojo de la mente a dos hombres, entre los cuales hay una diferencia. Es obvio que se supone que la persona a la que se dirige está equivocada, que sabe que él mismo está equivocado y que su adversario tiene la justicia de su lado.

El adversario, el demandante, debe ganar el día; A menos que se pueda lograr algún compromiso y ajuste oportunos con él, el juez debe entregar al infractor a los funcionarios de la ley. ¿Cómo, entonces, llegar a un acuerdo con el adversario? Por el pronto arrepentimiento de todo lo que estuvo mal. Por esa clase de arrepentimiento que se aparta del pecado, no solo porque es peligroso, sino porque se comete contra los impulsos de la conciencia, contra un Padre celestial.

A un arrepentimiento tan vivo como éste debe añadirse la fe en Cristo, sin olvidar que la fe en Cristo significa la aceptación de todo el Evangelio de Cristo, no de parte de él; no sólo sus promesas expiatorias, sino sus vigorosos llamamientos al esfuerzo; no sólo su corona futura, sino si es necesario, su cruz presente.

WH Brookfield, Sermones, pág. 58.

Referencias: Mateo 5:25 ; Mateo 5:26 . C. Kingsley, Día de Todos los Santos y Otros Sermones, pág. 247. Mateo 5:26 . G. Macdonald, Unspoken Sermons, segunda serie, pág.

118. Mateo 5:27 . J. Oswald Dykes, Las leyes del reino, pág. 45; El Manifiesto del Rey, pág. 245. Mateo 5:28 . El púlpito del mundo cristiano, vol. ix., pág. 103.

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