Salmo 119:45

I. ¡En libertad! La misma palabra tiene música. Cuán lleno de sugerencia de todo lo que es brillante y alegre. Al apóstol cautivo le habla del estallido de cadenas, el ángel libertador, la restauración a los amigos, el poder recuperado de proclamar al pueblo las buenas nuevas del Evangelio de Cristo; a la nación que al fin se despierta para hacer un esfuerzo vigoroso y deshacerse de los grilletes del despotismo y la superstición, habla del poder de levantar la cabeza una vez más con consciente majestad al cielo, y sentir que ahora, por fin, un noble futuro puede estar conectado con un pasado glorioso.

Para ellos, la palabra misma parece más querida que la vida misma, lo único casi para lo que la vida es valiosa, la única atmósfera en la que se puede inhalar con placer el aliento de la vida. Y, sin embargo, ¿de qué sirve la libertad si no sabemos cómo utilizarla? El verdadero uso de la libertad requiere en todos los casos, ya sea para el individuo o para la nación, moderación, consideración, dominio propio, respeto por los sentimientos de los demás, concepciones definidas del deber y un profundo y adecuado sentido de la responsabilidad. Sin estos, la libertad es simplemente suicida; con ellos, y justamente en proporción a la firmeza de su aferramiento a estos principios, crece cada vez más hacia la perfección.

II. La libertad del hombre es doble. Hay una libertad desde el exterior: libertad de todo control o control externo; y hay una libertad también desde dentro. Ésta es la libertad sin la cual todas las demás libertades carecen de valor. El pensamiento, el habla y la acción pueden ser todos libres; pero si el alma misma no es libre también, de todos modos, sea cual sea el nombre que seamos, seremos esclavos de hecho y de verdad. El texto asciende con nosotros a este pensamiento superior: "Caminaré en libertad, porque busco tus preceptos".

"Esta es la nota clave de la música del cielo, la voluntad de Dios actuando según nuestra voluntad, el Espíritu de Cristo subyugando y asimilando nuestro espíritu a sí mismo; esto solo es la verdadera libertad; esto es llevar cautivo el cautiverio y romper las ataduras del alma Este servicio es en verdad perfecta libertad.

TH Steel, Sermones en Harrow Chapel, pág. 329.

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