Y a la templanza del conocimiento; ya la templanza, la paciencia; ya la paciencia la piedad;

Ver. 6. Y al conocimiento, templanza ] Para que seáis sabios en la sobriedad, no escudriñando con curiosidad aquellas cosas de las que no podéis tener pruebas ni provecho. Algunos son tan sabios como Galileo, que utilizó un telescopio para descubrir montañas en la luna; y para que no tengan fama de saber algo desconocido para los demás, profesan una habilidad más allá de la periferia del conocimiento posible.

Y a la templanza, la paciencia ] Aquellos que serán templados, como se dijo antes, y no traspasarán los límites de la sobriedad en la búsqueda de curiosidades, serán considerados por el ingenio del mundo como tipos aburridos (el señor Perkins fue estimado por el señor Bolton antes su conversión, un predicador seco, etc.), y por eso tienen necesidad de paciencia. Solo ellos deben agregar a su

Paciencia, piedad ] En su poder; no dejarse burlar de su religión. La moderación en este caso no es más que melancolía. Y aunque en nuestra propia causa debemos mostrar toda paciencia, sin embargo, cuando se trata de la gloria de Dios, es nuestro deber ser bendecidos con celo por su nombre, como lo fue Moisés al ver el becerro de oro; y como Zuinglio le dijo a Servet, acusándolo de sus agudas invectivas contra él: En otras cosas, dice él, puedo soportar tanto como otro; pero en caso de la deshonra de Dios, no tengo paciencia.

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