Pero si es de Dios, no podéis derribarlo; no sea que seáis hallados siquiera luchando contra Dios.

Ver. 39. No podéis derribarlo ] Ni tú, ni reyes y tiranos para ayudarte; así lo lee una copia griega antigua. Diocleciano derribó el imperio con gran descontento, porque no pudo, mediante ninguna persecución, suprimir la verdadera religión cristiana. (Beza.) También lo hizo Carlos V, príncipe político y acérrimo enemigo de la Iglesia. Él, cuando tenía en la mano a Lutero muerto, ya Melancton, Pomeran y otros predicadores del evangelio, vivos; no sólo determinó nada extremadamente en contra de ellos, ni violó sus tumbas, sino que también les suplicó con dulzura y los despidió; no tanto como prohibirles una vez publicar abiertamente la doctrina que profesaban. Porque es la naturaleza de la Iglesia de Cristo, que cuanto más los tiranos la desprecien, más florece y crece.

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