En aquella hora Jesús se regocijó en espíritu y dijo: Te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre; porque así te pareció bien.

Ver. 21. Te doy gracias, oh Padre, etc. ] Con esta oración los anabautistas de Alemania solían comenzar sus sermones, pensando con ello excusar su falta de conocimiento. (Scultet. Annal.) Y luego protestó que no entregarían nada más que lo que les fue revelado desde arriba.

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