1-11 La palabra resurrección, suele señalar nuestra existencia más allá de la tumba. De la doctrina del apóstol no se puede encontrar ni un rastro en toda la enseñanza de los filósofos. La doctrina de la muerte y resurrección de Cristo es el fundamento del cristianismo. Si se quita esto, todas nuestras esperanzas para la eternidad se hunden de inmediato. Y es manteniendo esta verdad firme, que los cristianos se mantienen en el día de la prueba, y se mantienen fieles a Dios. Creemos en vano, a menos que nos mantengamos en la fe del evangelio. Esta verdad está confirmada por las profecías del Antiguo Testamento; y muchos vieron a Cristo después de haber resucitado. Este apóstol fue muy favorecido, pero siempre tuvo una baja opinión de sí mismo, y la expresó. Cuando los pecadores, por la gracia divina, se convierten en santos, Dios hace que el recuerdo de los pecados anteriores los haga humildes, diligentes y fieles. Atribuye a la gracia divina todo lo que era valioso en él. Los verdaderos creyentes, aunque no ignoran lo que el Señor ha hecho por ellos, en ellos y por medio de ellos, sin embargo, cuando miran toda su conducta y sus obligaciones, son llevados a sentir que ninguno es tan inútil como ellos. Todos los verdaderos cristianos creen que Jesucristo, y éste crucificado, y luego resucitado de entre los muertos, es el sol y la sustancia del cristianismo. Todos los apóstoles coincidieron en este testimonio; por esta fe vivieron, y en esta fe murieron.

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