25-35 Teniendo en cuenta la angustia de aquellos tiempos, el estado de soltería era lo mejor. Sin embargo, el apóstol no condena el matrimonio. Cuán opuestos son al apóstol Pablo quienes prohíben a muchos casarse, y los enredan con votos para permanecer solteros, ya sea que deban hacerlo o no. Él exhorta a todos los cristianos a una santa indiferencia hacia el mundo. En cuanto a las relaciones, no deben poner su corazón en las comodidades del estado. En cuanto a las aflicciones, no deben consentir el dolor del mundo: incluso en el dolor el corazón puede estar alegre. En cuanto a los placeres mundanos; aquí no está su descanso. En cuanto al empleo mundano; los que prosperan en el comercio y aumentan su riqueza, deben mantener sus posesiones como si no las tuvieran. En cuanto a todos los asuntos mundanos; deben mantener el mundo fuera de sus corazones, para no abusar de él cuando lo tengan en sus manos. Todas las cosas mundanas son un espectáculo; nada es sólido. Todo desaparecerá rápidamente. Preocuparse sabiamente por los intereses mundanos es un deber; pero estar lleno de preocupaciones, tener cuidados ansiosos y perplejos, es un pecado. Con esta máxima el apóstol resuelve el caso de si es aconsejable casarse. Para todo hombre es mejor aquella condición de vida que es mejor para su alma, y que le mantiene más alejado de los cuidados y de las asechanzas del mundo. Reflexionemos sobre las ventajas y las trampas de nuestra propia condición de vida, para mejorar las primeras y evitar en lo posible todo perjuicio de las segundas. Y, sean cuales sean las preocupaciones que presionan la mente, dejemos tiempo para las cosas del Señor.

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