1-7 La esposa debe cumplir su deber para con su propio marido, aunque éste no obedezca la palabra. Diariamente vemos cuán estrechamente observan los hombres malvados los caminos y las vidas de los profesantes de la religión. No se prohíbe la vestimenta, sino la vanidad y la suntuosidad en el ornamento. Las personas religiosas deben cuidar que toda su conducta responda a su profesión. Pero ¡cuán pocos conocen la justa medida y los límites de esas dos necesidades de la vida, el alimento y el vestido! A no ser que la pobreza sea nuestro escultor y nos deje cortos, no hay casi nadie que no desee algo más allá de lo que es bueno para nosotros. Son muchos más los que se atienen a la bajeza de su estado, que a la bajeza de su mente; y muchos no estarán tan limitados, sino que prodigarán su tiempo y su dinero en bagatelas. El apóstol indica a las mujeres cristianas que se pongan algo no corruptible, que embellezca el alma, es decir, las gracias del Espíritu Santo de Dios. El principal cuidado de un verdadero cristiano consiste en ordenar correctamente su propio espíritu. Esto hará más para fijar los afectos y excitar la estima de un esposo, que los adornos estudiados o la ropa de moda, acompañados de un temperamento rencoroso y pendenciero. Los cristianos deben cumplir con sus deberes mutuos, de buena gana y en obediencia al mandato de Dios. Las esposas deben estar sujetas a sus maridos, no por temor y asombro, sino por el deseo de hacer el bien y agradar a Dios. El deber del esposo hacia la esposa implica darle el debido respeto, y mantener su autoridad, protegerla y confiar en ella. Son herederos juntos de todas las bendiciones de esta vida y de la venidera, y deben vivir en paz unos con otros. La oración endulza sus conversaciones. Y no basta que oren con la familia, sino que el marido y la mujer se reúnan por sí mismos, y con sus hijos. Los que conocen la oración, encuentran en ella una dulzura tan indecible, que no se dejan entorpecer por ella. Para que ores mucho, vive santamente; y para que vivas santamente, ora mucho.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad