1-7 Los discípulos de Cristo deben ser personas orantes; todos, sin distinción de nación, secta, rango o partido. Nuestro deber como cristianos se resume en dos palabras: piedad, es decir, el culto correcto a Dios; y honestidad, es decir, buena conducta hacia todos los hombres. Estas dos cosas deben ir juntas: no somos verdaderamente honestos, si no somos piadosos, y no damos a Dios lo que le corresponde; y no somos verdaderamente piadosos, si no somos honestos. Debemos abundar en lo que es aceptable a los ojos de Dios, nuestro Salvador. Hay un solo Mediador, y ese Mediador se dio a sí mismo en rescate por todos. Y esta designación se ha hecho en beneficio de los judíos y de los gentiles de todas las naciones; para que todos los que estén dispuestos a ello se acerquen al propiciatorio de un Dios que perdona, para buscar la reconciliación con él. El pecado había creado una disputa entre nosotros y Dios; Jesucristo es el Mediador que hace la paz. Él es un rescate que debía conocerse a su debido tiempo. En los tiempos del Antiguo Testamento, se hablaba de sus sufrimientos, y de la gloria que debería seguir, como cosas que se revelarían en los últimos tiempos. Los que se salvan deben llegar al conocimiento de la verdad, pues ese es el camino señalado por Dios para salvar a los pecadores: si no conocemos la verdad, no podemos regirnos por ella.

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