1-6 Cristo debe ser considerado como el Apóstol de nuestra profesión, el Mensajero enviado por Dios a los hombres, el gran Revelador de la fe que profesamos tener, y de la esperanza que profesamos tener. Como Cristo, el Mesías, ungido para el oficio de Apóstol y Sumo Sacerdote. Como Jesús, nuestro Salvador, nuestro Sanador, el gran Médico de las almas. Considéralo así. Considera lo que es en sí mismo, lo que es para nosotros y lo que será para nosotros en adelante y para siempre. Los pensamientos cercanos y serios sobre Cristo nos llevan a conocerlo más. Los judíos tenían una gran opinión de la fidelidad de Moisés, pero su fidelidad no era más que un tipo de la de Cristo. Cristo era el Maestro de esta casa, de su iglesia, de su pueblo, así como su Hacedor. Moisés fue un siervo fiel; Cristo, como Hijo eterno de Dios, es el legítimo dueño y soberano gobernante de la Iglesia. No sólo hay que iniciarse bien en los caminos de Cristo, sino ser firmes y perseverantes en ellos hasta el final. Cada meditación sobre su persona y su salvación, sugerirá más sabiduría, nuevos motivos para el amor, la confianza y la obediencia.

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