6-15 Las remociones de los ministros, y la dispensación de los medios de gracia por ellos, están en particular bajo la conducta y dirección divina. Debemos seguir a la Providencia: y todo lo que pretendamos hacer, si no nos lo permite, debemos someterlo y creer que es para bien. Las personas tienen gran necesidad de ayuda para sus almas, y es su deber buscarla, e invitar a quienes entre ellas puedan ayudarlas. Y los llamados de Dios deben ser cumplidos prontamente. Los adoradores de Dios deben tener una asamblea solemne, si es posible, en el día de reposo. Si no tenemos sinagogas, debemos estar agradecidos por los lugares más privados, y recurrir a ellos; sin dejar de reunirnos, como son nuestras oportunidades. Entre los oyentes de Pablo había una mujer llamada Lidia. Tenía una vocación honesta, que el historiador destaca para su alabanza. Sin embargo, aunque tenía una vocación en mente, encontró tiempo para mejorar las ventajas para su alma. No nos excusará de nuestros deberes religiosos el decir: Tenemos un oficio que atender; porque ¿no tenemos también un Dios a quien servir, y almas que cuidar? La religión no nos aparta de nuestro negocio en el mundo, sino que nos dirige en él. El orgullo, los prejuicios y el pecado cierran el paso a las verdades de Dios, hasta que su gracia les abre paso en el entendimiento y los afectos; y sólo el Señor puede abrir el corazón para recibir y creer en su palabra. Tenemos que creer en Jesucristo; no se puede llegar a Dios como Padre, sino por el Hijo como Mediador.

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