15-19 Nuestro Señor se dirigió a Pedro por su nombre original, como si hubiera perdido el de Pedro al negarlo. Él ahora respondió: Tú sabes que te amo; pero sin profesar amar a Jesús más que los demás. No debemos sorprendernos de que nuestra sinceridad sea cuestionada, cuando nosotros mismos hemos hecho lo que lo hace dudoso. Cada recuerdo de pecados pasados, incluso pecados perdonados, renueva la tristeza de un verdadero penitente. Consciente de la integridad, Pedro apeló solemnemente a Cristo, como sabiendo todas las cosas, incluso los secretos de su corazón. Está bien cuando nuestras caídas y errores nos hacen más humildes y vigilantes. La sinceridad de nuestro amor a Dios debe ser puesta a prueba; y nos corresponde preguntar con fervor y preservar la oración al Dios que busca el corazón, examinarnos y probarnos, si somos capaces de soportar esta prueba. Nadie puede ser calificado para alimentar a las ovejas y corderos de Cristo, que no ama al buen Pastor más que cualquier ventaja u objeto terrenal. Es la gran preocupación de todo buen hombre, cualquiera sea la muerte que muera, glorificar a Dios en ella; porque, ¿cuál es nuestro fin principal sino morir por el Señor a la palabra del Señor?

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