30-38 Nuestro Señor vuelve a su declaración del acuerdo total entre el Padre y el Hijo, y se declara Hijo de Dios. Tenía un testimonio más elevado que el de Juan; sus obras atestiguaban todo lo que había dicho. Pero la palabra divina no tenía cabida en sus corazones, pues se negaban a creer en Aquel a quien el Padre había enviado, según sus antiguas promesas. La voz de Dios, acompañada por el poder del Espíritu Santo, hecha efectiva para la conversión de los pecadores, sigue proclamando que éste es el Hijo amado, en quien el Padre se complace. Pero cuando los corazones de los hombres están llenos de orgullo, de ambición y de amor al mundo, no hay lugar para que la palabra de Dios habite en ellos.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad