11-16  La parábola del hijo pródigo muestra la naturaleza del arrepentimiento y la disposición del Señor a acoger y bendecir a todos los que vuelven a él. Expone plenamente las riquezas de la gracia evangélica; y ha sido, y será, mientras el mundo siga en pie, de indecible utilidad para los pobres pecadores, para dirigirlos y animarlos a arrepentirse y volver a Dios. Es malo, y el comienzo de algo peor, cuando los hombres consideran los dones de Dios como deudas que se les deben. La gran locura de los pecadores, y la que los arruina, es contentarse en su vida con recibir sus bienes. Nuestros primeros padres se arruinaron a sí mismos y a toda su raza, por una insensata ambición de ser independientes, y esto está en la base de la persistencia de los pecadores en su pecado. Todos podemos discernir algunos rasgos de nuestro propio carácter en el del hijo pródigo. Un estado pecaminoso es de alejamiento y distancia de Dios. Un estado pecaminoso es un estado de gasto: los pecadores voluntarios emplean mal sus pensamientos y las facultades de sus almas, malgastan su tiempo y todas sus oportunidades. Un estado pecaminoso es un estado de carencia. Los pecadores carecen de lo necesario para sus almas; no tienen ni alimento ni vestido para ellas, ni provisión alguna para el más allá. Un estado pecaminoso es un estado vil y servil. El negocio de los siervos del diablo es hacer provisiones para la carne, para satisfacer sus deseos, y eso no es mejor que alimentar a los cerdos. Un estado pecaminoso es un estado de constante descontento. Las riquezas del mundo y los placeres de los sentidos no satisfacen ni siquiera a nuestros cuerpos; ¡pero qué son para las almas preciosas! Un estado pecaminoso es un estado que no puede buscar alivio en ninguna criatura. En vano clamamos al mundo y a la carne; ellos tienen lo que envenena un alma, pero no tienen nada que dar que la alimente y nutra. Un estado pecaminoso es un estado de muerte. Un pecador está muerto en delitos y pecados, desprovisto de vida espiritual. Un estado pecaminoso es un estado perdido. Las almas que están separadas de Dios, si su misericordia no lo impide, pronto se perderán para siempre. El estado miserable del pródigo, sólo ensombrece débilmente la terrible ruina del hombre por el pecado. Sin embargo, ¡qué pocos son conscientes de su propio estado y carácter!

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