33-46 Esta parábola expone claramente el pecado y la ruina de la nación judía; y lo que se dice para condenarla, se dice para amonestar a todos los que gozan de los privilegios de la iglesia exterior. Como los hombres tratan al pueblo de Dios, tratarían a Cristo mismo, si estuviera con ellos. ¿Cómo podemos, si somos fieles a su causa, esperar una recepción favorable de un mundo impío, o de los impíos que profesan el cristianismo? Y preguntémonos si nosotros, que tenemos la viña y todas sus ventajas, damos frutos a su debido tiempo, como pueblo, como familia o como personas separadas. Nuestro Salvador, en su pregunta, declara que el Señor de la viña vendrá, y cuando venga seguramente destruirá a los malvados. Los jefes de los sacerdotes y los ancianos fueron los constructores, y no quisieron admitir su doctrina ni sus leyes; lo arrojaron como una piedra despreciada. Pero el que fue rechazado por los judíos, fue abrazado por los gentiles. Cristo sabe quiénes darán frutos evangélicos en el uso de los medios evangélicos. La incredulidad de los pecadores será su ruina. Pero Dios tiene muchas maneras de refrenar los restos de la ira, así como de hacer que lo que estalle redunde en su alabanza. Que Cristo sea cada vez más precioso para nuestras almas, como el firme cimiento y la piedra angular de su iglesia. Que estemos dispuestos a seguirlo, aunque sea despreciado y odiado por su causa.

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