Y cuando iban a matarlo, era una regla entre los judíos que cualquier persona incircuncisa que entrara en el templo interior podía ser apedreada sin más proceso. Y parecían pensar que Paul, quien los trajo allí, no merecía un mejor trato. Llegó la noticia a la tribuna: una cohorte o destacamento de soldados, pertenecientes a la legión romana, que se alojaban en el castillo adyacente de Antonia, estaban apostados los días de fiesta cerca del templo, para evitar desórdenes.

Es evidente que el propio Lisias no estaba presente cuando comenzó el tumulto. Probablemente era el tribuno (o coronel) romano más antiguo de Jerusalén. Y como tal, era el oficial al mando de la legión acuartelada en el castillo.

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