Dios es un Espíritu: no solo está alejado del cuerpo y de todas sus propiedades, sino que también está lleno de todas las perfecciones espirituales, el poder, la sabiduría, el amor y la santidad. Y nuestra adoración debe ser adecuada a su naturaleza. Debemos adorarlo con la adoración verdaderamente espiritual de la fe, el amor y la santidad, animando todos nuestros temperamentos, pensamientos, palabras y acciones.

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