24–2:5 . El llamamiento de san Pablo basado en ( Colosenses 1:24-29 ) su propio gozo en soportar el sufrimiento para dar a conocer el secreto de la presencia de Cristo en su corazón, y ( Colosenses 2:1-5 ) su interés personal en ellos

24–29 . Por mí mismo me gozo en los sufrimientos soportados para llevar a cabo la obra que se me ha encomendado de dar a conocer el secreto de que Cristo mora en el corazón de vosotros los gentiles, y de finalmente presentaros perfectos en Cristo ante Dios. Trabajo y Cristo hace eficaz su obra en mí.

( Colosenses 1:24 ) Lo que una vez fui ahora me gozo (cf. Colosenses 1:11 ) en mis sufrimientos por vosotros, mientras siempre estoy llenando (por mi parte respondiendo a la Suya) lo que sobra de las aflicciones de Cristo ( parte de la cual Él llevó en la tierra, parte de la cual Sus seguidores deben llevar ahora) en mi carne a favor de todo Su cuerpo, la Iglesia, ( Colosenses 1:25 ) De Su Iglesia me hice ministro según las condiciones del oficio en la casa de Dios que me fue dada en mi conversión, para ser empleada en la dirección de Su pueblo y específicamente de ustedes, y así cumplir el mensaje que Dios me ha dado, ( Colosenses 1:26 ) el secreto escondido por tantas edades—pero ahora es se manifestó repentinamente a Sus creyentes consagrados—(Colosenses 1:27 ) porque a ellos Dios libremente escogió dar a conocer cuál es entre los gentiles la supereminente abundancia de la gloria moral que se ve en este secreto: el secreto de que Cristo está en vosotros, colosenses, el Cristo a quien esperáis. para poseer aún más plenamente en gloria, ( Colosenses 1:28 ) Es Él a quien nosotros (Pablo, Timoteo, Epafras, a diferencia de los falsos maestros) estamos proclamando ampliamente, tanto por amonestación como por enseñanza a cada persona que encontramos, usando sabiduría.

según lo requiera cada caso, a fin de que presentemos ante el tribunal de Dios a cada persona plenamente desarrollada en Cristo ( Colosenses 1:29 ), con miras a lo cual (no sólo predico, sino) también trabajo, contendiendo según la medida de (nada menos que que) la obra de Cristo, que se lleva a cabo en mí, no solo en pensamiento o palabra, sino en poder manifestado.

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