10, 11. Pablo entendió bien el propósito de los judíos. Recordó el propósito de la solicitud similar preferida antes que Claudio Lysias, y percibió que su única seguridad estaba en frustrar su presente intento. Afortunadamente, el mismo encarcelamiento que lo expuso al peligro también proporcionó los medios para su seguridad. (10) " Entonces Pablo dijo: Estoy de pie ante el tribunal de César, donde debo ser juzgado.

A los judíos no les he hecho ningún mal, como tú mismo lo sabes muy bien. (11) Si soy un malhechor y he hecho algo digno de muerte, me niego a morir. Pero si nada hay en estas cosas de que me acusan, nadie puede entregarme a ellos. APELO AL CÉSAR.” Todo ciudadano romano tenía derecho a hacer este llamamiento, y requería que se trasladara el caso a la corte imperial de Roma.

La declaración, "Me presento ante el tribunal de César", tenía la intención de justificar su negativa a ser llevado a juicio fuera de Cesarea, que era la capital designada de la provincia donde los tribunales se llevaban a cabo correctamente.

Su apelación a César, como su comunicación a Lisias, que aseguró su rescate en Jerusalén, se reclama como una sanción del poder militar. Pero, así, no es más que una exigencia al poder militar que lo retenía en injusto encierro, para que no agregue a esta injusticia el delito de entregarlo al asesinato. No es un llamamiento de un hombre libre al poder militar en busca de protección; tampoco hubo necesidad del uso de la violencia para acceder a su petición en ninguna de las dos ocasiones.

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