Hasta esta declaración lo escucharon, y luego clamaron: "Destruye a tal hombre de la tierra, porque no le conviene vivir". Mientras ellos gritaban y agitaban sus ropas y arrojaban polvo al aire, el comandante ordenó que lo llevaran al cuartel. Mandó que lo examinaran a latigazos para saber por qué gritaban así contra él. Y cuando lo hubieron atado con correas, Pablo dijo al centurión que estaba allí: "¿Te parece bien azotar a un hombre que es ciudadano romano y no ha sido condenado?" Cuando el centurión escuchó esto, fue al comandante y lo informó.

Él dijo: "¿Qué vas a hacer? Este hombre es un ciudadano romano". El comandante se le acercó y le dijo: "¿Eres ciudadano romano?" El dijo que sí." El comandante respondió: "Obtuve esta ciudadanía a un gran precio". Pero Pablo dijo: "Yo nací ciudadano, así que en seguida los hombres que estaban para interrogarlo se apartaron de él; y el comandante tuvo miedo cuando se dio cuenta de que era un ciudadano romano y que lo había encadenado.

Al día siguiente, queriendo saber la verdad sobre la acusación hecha por los judíos, lo soltó y ordenó que se reunieran los principales sacerdotes y todo el Sanedrín; e hizo descender a Pablo y lo puso delante de ellos.

Fue la mención de los gentiles lo que volvió a incendiar a la multitud. No es que los judíos se opusieran a la predicación a los gentiles; lo que objetaron fue que a los gentiles se les estaban ofreciendo privilegios antes de que aceptaran por primera vez la circuncisión y la Ley. Si Pablo hubiera predicado el yugo del judaísmo a los gentiles, todo habría ido bien; fue porque les predicó la gracia del cristianismo que los judíos se enfurecieron. Tomaron la forma común de mostrar su desaprobación; gritaban y agitaban sus vestiduras y arrojaban polvo al aire, a la manera del oriente.

El comandante no entendía arameo y no sabía lo que Pablo había dicho; pero una cosa sí comprendió: no debe permitir un motín y debe tratar de inmediato con cualquier hombre que pueda provocar un motín. Así que decidió examinar a Pablo bajo flagelación. Esto no fue un castigo; era simplemente la forma más efectiva de extraer la verdad o una confesión. El flagelo era un látigo de cuero tachonado a intervalos con piezas afiladas de hueso y plomo. Pocos hombres sobrevivieron en sus sentidos correctos y muchos murieron bajo él.

Entonces Pablo habló. Cicerón había dicho: "Es una fechoría que un ciudadano romano esté atado; es un crimen que lo golpeen; es casi tan malo como asesinar a un padre para matarlo". Así que Pablo declaró que él era un ciudadano. El comandante estaba aterrorizado. Pablo no solo era un ciudadano; nació libre, mientras que el comandante tuvo que comprar su libertad. El comandante sabía que había estado a punto de hacer algo que ciertamente implicaría su destitución y no improbablemente su ejecución. Así que soltó a Pablo y decidió confrontarlo con el Sanedrín para llegar al fondo de este problema.

Hubo momentos en que Paul estaba listo para defender su dignidad; pero nunca fue por su propio bien. Sabía que su tarea aún no había terminado; gustosamente algún día moriría por Cristo, pero era un hombre demasiado sabio para desperdiciar su vida todavía.

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