11. Si les hemos sembrado cosas espirituales Quedaba un cavillo, porque podría objetarse, que las labores relacionadas con esta vida sin duda deberían tener comida y ropa como recompensa; y que arar y golpear dan fruto, de los cuales los que trabajan en estas cosas son partícipes; pero que no es así con el evangelio, porque su fruto es espiritual; y, por lo tanto, el ministro de la palabra, si recibiera el fruto correspondiente a su trabajo, no debería exigir nada que sea carnal. Por lo tanto, para que nadie se enoje de esta manera, argumenta de mayor a menor. “Aunque la comida y la ropa no son de la misma naturaleza con los trabajos de un ministro, ¿qué daño sufres si recompensas lo que es inestimable con algo que es pequeño y despreciable? Porque en proporción a la superioridad del alma sobre el cuerpo, ¿la palabra del Señor sobresale el sustento externo, (486) en la medida en que es el alimento del alma."

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