19 Y de este modo sabemos, o por esto sabemos. La palabra verdad, la toma ahora en un sentido diferente; pero hay una sorprendente similitud en las palabras: si, en verdad, amamos a nuestro prójimo, tenemos una evidencia de que nacemos de Dios, de quién es la verdad, o de que la verdad de Dios mora en nosotros. Pero debemos recordar siempre que no tenemos por amor el conocimiento que menciona el Apóstol, como si fuéramos a buscar de él la certeza de la salvación. Y, sin duda, no sabemos de otra manera que somos hijos de Dios, que cuando él sella su adopción libre en nuestros corazones por su propio Espíritu, y cuando recibimos por fe la promesa segura de ello ofrecida en Cristo. Entonces el amor es accesorio o una ayuda inferior, un apoyo a nuestra fe, no un fundamento sobre el cual descansa.

¿Por qué entonces el Apóstol dice: Aseguraremos nuestros corazones ante Dios? Él nos recuerda con estas palabras, que la fe no existe sin una buena conciencia; no es que la seguridad surja de ella o dependa de ella, sino que solo entonces estamos realmente y no falsamente asegurados de nuestra unión con Dios, cuando por la eficacia de su Espíritu Santo se manifiesta en nuestro amor. Porque siempre es apropiado y apropiado considerar lo que maneja el Apóstol; porque cuando condena la profesión de fe fingida y falsa, dice que no podemos tener una garantía genuina ante Dios, excepto que su Espíritu produce en nosotros el fruto del amor. Sin embargo, aunque una buena conciencia no puede separarse de la fe, nadie debería concluir que debemos mirar nuestras obras para que nuestra seguridad sea cierta.

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