27. Para que se lo presente a sí mismo. Él declara cuál es el diseño del bautismo y de nuestro lavado. Es para que podamos vivir de una manera santa e inculpable ante Dios. Somos lavados por Cristo, no para que podamos regresar a nuestra contaminación, sino para que podamos retener a través de nuestra vida la pureza que una vez recibimos. Esto se describe en un lenguaje metafórico apropiado para su argumento.

No tener manchas ni arrugas. Así como la belleza de la esposa produce amor en el esposo, Cristo adorna a la Iglesia con su esposa con santidad como prueba de su respeto. Esta metáfora contiene una alusión al matrimonio; pero luego deja a un lado la figura y dice claramente que Cristo ha reconciliado a la iglesia, para que sea santa y sin mancha. La verdadera belleza de la iglesia consiste en esta castidad conyugal, es decir, en santidad y pureza.

La palabra presente (παραστήσὟ) implica que la iglesia debe ser santa, no solo a la vista de los hombres, sino a los ojos del Señor; porque Pablo dice que podría presentarse a sí mismo, no que podría mostrárselo a los demás, aunque los frutos de esa pureza oculta se vuelven evidentes en las obras externas. Los pelagianos solían citar este pasaje para demostrar la perfección de la justicia en esta vida, pero Agustín ha respondido con éxito. Pablo no declara lo que se hizo, sino con qué propósito Cristo limpió su iglesia. Ahora, cuando se dice que se hace algo que luego puede seguir otro, es inactivo concluir que esto último, que debería seguir, ya se ha hecho. No negamos que la santidad de la iglesia ya haya comenzado; pero, mientras haya progreso diario, no puede haber perfección.

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