12 Pero deseo que sepan Todos sabemos por nuestra propia experiencia, cuánto se ofende la carne por la humillación de la cruz. Permitimos, de hecho, que Cristo crucificado sea predicado a nosotros; pero cuando aparece en relación con su cruz, entonces, como si estuviéramos atónitos ante la novedad de la misma, (51) lo evitamos o lo retenemos aborrecimiento, y eso no solo en nuestras propias personas, sino también en las personas de aquellos que nos entregan el evangelio. Puede que les haya sucedido a los filipenses, que en cierto grado se desanimaron como consecuencia de la persecución de su apóstol. También podemos creer muy fácilmente que esos malos trabajadores (52) que observaron con entusiasmo cada ocasión, por pequeña que fuera, de hacer daño, no se abstuvieron de triunfar sobre el calamidad de este hombre santo, y de esta manera haciendo despreciable su evangelio. Sin embargo, si no tuvieron éxito en este intento, podrían calumniarlo muy fácilmente al representarlo como odiado por todo el mundo; y al mismo tiempo, llevando a los filipenses a temer, no sea que, por una desafortunada asociación con él, (53) no debieran incurrir innecesariamente en una gran aversión entre todos; porque tales son los artificios habituales de Satanás. El Apóstol provee contra este peligro, cuando declara que el evangelio había sido promovido por medio de sus lazos. El diseño, en consecuencia, de este detalle es, para alentar a los filipenses, a que no se sientan disuadidos (54) por la persecución sufrida por él.

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