39. Buscar en las Escrituras. Hemos dicho que la declaración que Cristo hizo anteriormente, que tiene al Padre como testigo en el cielo, se refiere a Moisés y los Profetas. Ahora sigue una explicación más clara; porque él dice que ese testimonio se encuentra en las Escrituras. Nuevamente los reprende por su jactancia tonta, porque, aunque reconocieron que tenían vida en las Escrituras, no percibieron nada en ellos más que la letra muerta. Porque él no los culpa absolutamente por buscar vida en las Escrituras, ya que nos los dieron para ese fin y uso, sino porque los judíos pensaban que las Escrituras les daban vida, mientras que se oponían ampliamente a su significado natural, y ... peor, mientras apagaban la luz de la vida contenida en ellos; porque ¿cómo puede la ley otorgar vida sin Cristo, quien solo le da vida?

Nuevamente, este pasaje nos enseña que si deseamos obtener el conocimiento de Cristo, (109) debemos buscarlo en las Escrituras; porque los que imaginan lo que elijan con respecto a Cristo, en última instancia, no tendrán nada en lugar de él sino un fantasma sombrío. Primero, entonces, debemos creer que Cristo no puede ser conocido de otra manera que no sea de las Escrituras; y si es así, se deduce que debemos leer las Escrituras con el expreso diseño de encontrar a Cristo en ellas. Quien se aparte de este objeto, aunque pueda cansarse durante toda su vida en el aprendizaje, nunca alcanzará el conocimiento de la verdad; ¿Qué sabiduría podemos tener sin la sabiduría de Dios? Luego, como se nos ordena buscar a Cristo en las Escrituras, él declara en este pasaje que nuestras labores no serán infructuosas; porque el Padre testifica en ellos acerca de su Hijo de tal manera que nos lo manifestará más allá de toda duda. Pero lo que impide que la mayor parte de los hombres se beneficien es que no le dan al sujeto nada más que una mirada superficial y superficial. Sin embargo, requiere la máxima atención y, por lo tanto, Cristo nos ordena buscar diligentemente este tesoro escondido. En consecuencia, el profundo aborrecimiento de Cristo entretenido por los judíos, que tienen la Ley constantemente en sus manos, debe ser imputado a su indolencia. Porque el brillo de la gloria de Dios brilla intensamente en Moisés, pero ellos eligen tener un velo para ocultar ese brillo. Por las Escrituras, es bien sabido, aquí se entiende el Antiguo Testamento; porque no fue en el Evangelio que Cristo comenzó a manifestarse por primera vez, sino que, habiendo recibido el testimonio de la Ley y los Profetas, se exhibió abiertamente en el Evangelio.

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