39. No resistas el mal. Hay dos formas de resistir: una, evitando lesiones por conducta inofensiva; el otro, por represalia. (412) Aunque Cristo no permite a su pueblo repeler la violencia con violencia, no les prohíbe esforzarse por evitar un ataque injusto. El mejor intérprete de este pasaje que podemos tener es Pablo, que nos ordena más bien "vencer el mal con el bien" (Romanos 12:21) que luchar contra los malhechores. (413) Debemos prestar atención al contraste entre el vicio y la corrección del mismo. El presente tema es represalia. (414) Para restringir a sus discípulos de ese tipo de indulgencia, les prohíbe convertir el mal en mal. Luego extiende la ley de la paciencia hasta el momento, de modo que no solo debemos soportar con paciencia las lesiones que hemos recibido, sino también prepararnos para soportar nuevas lesiones. La cantidad total de la advertencia es que los creyentes deben aprender a olvidar los errores que se les han cometido, que no deben, cuando están heridos, estallar en odio o mala voluntad, o desear cometer una lesión de su parte, Pero eso, cuanto más excitada e inflamada la obstinación y la ira de los hombres malvados, deberían estar más dispuestos a ejercer la paciencia.

El que infligirá un golpe. Julián, (415) y otros de la misma descripción, han calumniado tontamente esta doctrina de Cristo, como si hubiera revocado por completo las leyes de un país y su civilización. tribunales Agustín, en su quinta epístola, emplea mucha habilidad y juicio al mostrar que el diseño de Cristo era simplemente entrenar las mentes de los creyentes a la moderación y la justicia, para que no pudieran, al recibir una o dos ofensas, fallar o perder el valor. La observación de Agustín, "que esto no establece una regla para las acciones externas", es cierta, si se entiende correctamente. Admito que Cristo restringe nuestras manos, así como nuestras mentes, de la venganza: pero cuando alguien tiene el poder de protegerse a sí mismo y a su propiedad de lesiones, sin ejercer venganza, las palabras de Cristo no le impiden apartarse suavemente e inofensivamente para evitar el ataque amenazado.

Sin lugar a dudas, Cristo no tenía la intención de exhortar a su pueblo a que despertara la malicia de aquellos, cuya propensión a dañar a otros es lo suficientemente fuerte: y si les volvieran la otra mejilla, ¿qué sería sino ofrecer tal estímulo? No es asunto de un comentarista bueno y juicioso aprovechar con entusiasmo las sílabas, sino prestar atención al diseño del hablante: y nada es más impropio de los discípulos de Cristo, que dedicar tiempo a cavilar sobre las palabras, donde es fácil para ver lo que significa el Maestro. Pero en el presente caso, el objeto que Cristo tiene a la vista es perfectamente obvio. Él nos dice que el final de un concurso será el comienzo de otro, y que, a lo largo de toda su vida, los creyentes deben rendir cuentas al sufrir muchas heridas en una sucesión ininterrumpida. Cuando se han hecho mal en una sola instancia, él desea que sean entrenados por este ejemplo para sumisión mansa, para que al sufrir puedan aprender a ser pacientes.

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