Blanco = color real y victorioso, cf. el caballo blanco de los reyes persas (Philostr. Vit. Ap. i.). La figura triunfante del arquero a caballo no debe en modo alguno identificarse con la del mesías cristiano o con la del evangelio. Sería extremadamente duro y confuso representar al Mesías como el Cordero abriendo el sello y como una figura actuando de manera independiente. El período inicial del evangelio no fue uno de triunfo irresistible, y las cosas se han vuelto demasiado agudas para que Juan comparta la creencia expresada en Marco 13:10 .

Además, el mesías difícilmente podría ser descrito como anterior a las señales de su propio advenimiento, ni estaría en el mismo plano que las siguientes figuras. La visión es una antítesis tácita, no una anticipación, de Apocalipsis 19:11 .; el triunfo del mundo que abre el drama se completa con un triunfo infinitamente mayor conquistado por Cristo.

νικῶν κ. k. τ. λ. Juan estaba demasiado abierto para ignorar el hecho de que otras fuerzas, además del evangelio cristiano, tenían su propio éxito en la tierra. ¿Qué es esta fuerza? No el Imperio Romano, como si los cuatro corceles representaran a los primeros cuatro emperadores (así, de diversas formas, Renan, Spitta, Weizsäcker), sino una incursión de los partos (así la mayoría edd. de Vitringa a Erbes, Völter, Holtzm., Bousset, Bruston, Ramsay, Scott), que representaba la guerra en su forma más temida para los habitantes de las provincias orientales.

No hay necesidad de encontrar ninguna referencia definitiva a la incursión de Vonones (Wetstein) o de Vologesus que invadió Siria en 61 63 dC El punto simple de la visión es que los partos serían comisionados para hacer una incursión exitosa, llevándose todo por delante. . El arco era el arma famosa y temida de esta caballería oriental; Νικήτωρ era un título de Seleuco, y νικητής del sátrapa persa.

Una hipótesis plausible (desarrollada por Erbes) refiere la base de las visiones de los sellos a ( a ) los triunfos de Augusto y Tiberio, ( b ) las sangrientas disputas en Palestina bajo Calígula, ( c ) la hambruna en Siria bajo Claudio ( Hechos 11 ), ( d ) la pestilencia posterior, ( e ) los mártires nerónicos, y ( f ) las agitaciones del imperio bajo Galba, etc.

(para portentos cf. Plin. Ep. vi. 16, 20; Tacit. Hist. i. 4). Pero una colocación similar de presagios se encuentra en el reinado de Tito; y aparte de la mala interpretación del primer sello, es arbitrario y necio suponer que la espléndida y libre lectura de la providencia de este profeta fue laboriosamente explicada a partir de detalles de la historia más o menos reciente.

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