Y ella dijo: “Nadie, Señor”. Εἶπε … ἁμάρτανε. “Ni yo te condeno”, es decir, no te condeno a la lapidación. Que Él condenó su pecado se mostró en Sus palabras μηκέτι ἁμάρτανε. Por eso dice Agustín: “Ergo et Dominus damnavit, sed peccatum, non hominem”.

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Antiguo Testamento