Por lo tanto, no seré negligente - Es decir, en vista de la importancia de estas cosas.

Para recordarlo siempre - Para brindarle los medios para tenerlo siempre en recuerdo; a saber, por sus escritos.

Aunque los conozcan - Era importante para Pedro, como lo es ahora para los ministros del evangelio, recordar las verdades conocidas. Es probable que los hombres los olviden, y no ejercen sobre ellos la influencia que deberían. Es el oficio del ministerio no solo impartir a un pueblo verdades que no sabían antes, sino que gran parte de su trabajo consiste en recordar verdades conocidas. y buscar que puedan ejercer una influencia adecuada en la vida. En medio de las preocupaciones, los negocios, las diversiones y las tentaciones del mundo, incluso los verdaderos cristianos son propensos a olvidarlos; y los ministros del evangelio les prestan un servicio esencial, incluso si no deben hacer nada más que recordarles verdades que se entienden bien y que han conocido antes. Un pastor, para ser útil, no siempre tiene que apuntar a la originalidad, o siempre considera necesario presentar verdades de las que nunca antes se había oído hablar. Presta un servicio esencial a la humanidad que "les recuerda" lo que saben pero que son propensos a olvidar, y que se esfuerza por imprimir verdades claras y familiares en el corazón y la conciencia, porque estas verdades son las más importantes para el hombre.

Y establecerse en la verdad presente - Es decir, la verdad que está contigo, o que has recibido - El Léxico de Robinson en la palabra πάρειμι pareimi. El apóstol no dudó que ahora estaban confirmados en la verdad en la medida en que se les había dado a conocer, pero sintió que en medio de sus pruebas, y especialmente porque era probable que fueran arrastrados por falsos maestros, había necesidad de recordándoles los fundamentos sobre los cuales descansaban las verdades que habían abrazado, y de agregar su propio testimonio para confirmar su origen Divino. Aunque podemos ser muy firmes en nuestra creencia de la verdad, existe la conveniencia de que los fundamentos de nuestra fe se nos deben decir con frecuencia, de que puedan estar siempre en nuestro recuerdo. El mero hecho de que en la actualidad somos firmes en la creencia de la verdad, no es una evidencia segura de que siempre lo seremos; ni porque estemos firmes deberíamos considerar impropio que nuestros maestros religiosos declaren los motivos en los que descansa nuestra fe, o que nos protejan de las artes de aquellos que intentarían subvertir nuestra fe.

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