Dale al que te pida - Esta es la regla general. Es mejor dar a veces a una persona que no lo merece que rechazar a alguien que realmente lo necesita. Es bueno tener la costumbre de dar. Al mismo tiempo, la regla debe interpretarse de manera que sea coherente con nuestro deber hacia nuestras familias 1 Timoteo 5:8 y con otros objetos de justicia y caridad. Rara vez, quizás nunca, es bueno dar a una persona que puede trabajar, 2 Tesalonicenses 3:1. Dar a tal es alentar la pereza y apoyar a los ociosos a expensas de los trabajadores. Si alguien realmente tiene hambre, aliméntelo; si necesita algo más, dale empleo. Si una viuda, un huérfano, un hombre desafortunado o un hombre enfermo, cojo o enfermo, está en su puerta, nunca los envíe vacíos. Ver Hebreos 13:2; Mateo 25:35. Así que esto es cierto para un amigo pobre y necesitado que desea pedir prestado. No debemos rechazarlo ni negarlo. Esto merece, sin embargo, alguna limitación. Debe hacerse de acuerdo con otras tareas. Prestar a cada hombre sin valor sería tirar nuestra propiedad, alentar la pereza y el crimen, y arruinar a nuestras propias familias. Debe hacerse de manera consistente con cualquier otra obligación, y de esto todos deben ser jueces. Quizás nuestro Salvador tenía la intención de enseñar que donde había un amigo o hermano que lo necesitara, deberíamos prestarle sin usura y sin tener mucho que ver con la seguridad.

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